Crítica de “Blondi”: cuando fumar porros con tu hijo une a la familia ★★★

Crítica de “Blondi”: cuando fumar porros con tu hijo une a la familia ★★★

Será una pena que la indudable vitalidad del cine argentino se resienta del desmantelamiento de la industria que está propiciando el gobierno de Milei. Una de las grandes virtudes del cine gaucho ha sido su capacidad para construir un espacio de convivencia cálido y generoso en el que propuestas comerciales y experimentos radicales compartieran, codo con codo, un mismo caudal de talento. “Blondi” es un buen ejemplo de ello. Dirigida y protagonizada por Dolores Fonzi, luce el logo de Amazon Studios, como lo lucía la exitosa “Argentina 1985”, dirigida por su pareja, Santiago Mitre. A su vez Mitre co-escribió “Argentina 1985” con Mariano Llinás, pareja de Laura Paredes, co-guionista de la excelente “Trenque Lauquen” y, cerrando el círculo, de “Blondi”.

“Blondi” no es “Trenque Lauquen”. Ni dura cuatro horas, ni su historia se ramifica entre detectives imposibles y seres de otro planeta. Se trata, simple y llanamente, de un retrato femenino, y del ecosistema familiar que circula, bullicioso, a su alrededor. Blondi es una madre ejemplar: aunque su vida parece desordenada, como inmersa en una perpetua canción de la Velvet Underground, pegada a los porros de marihuana que se fuma con su hijo, al que tuvo a los quince años, la película la toma como centro de gravedad de un universo que está a punto de mutar. Es un pilar de estabilidad para toda su familia -especialmente para su hijo, con el que sale de fiesta y tiene una complicidad cálida e irreverente-, a pesar de que Fonzi, que también la encarna, la filma como si fuera un agente de caos, una mujer sin horarios, nada amiga de los formalismos, casada con su independencia. “Blondi” no es más (ni menos) que eso: los apuntes al natural del trozo de vida de una rubia atolondrada con el corazón de oro.

Destacan los secundarios (esa abuela sarcástica y sabia, esa hermana narcisista y alocada), aunque todo lo que les incumbe es ligero y anecdótico. Incluso lo que supuestamente dará profundidad dramática a la hermosa relación materno-filial está resuelto en una escena breve y apresurada. Es intención de Fonzi destensar cualquier nudo, tratar al mismo nivel una confesión inconfesable -por ejemplo, cuando Blondi le cuenta a su hijo que, en realidad, ella quería abortar- que la preparación de un panqueque. Eso juega a favor y en contra de la película: por un lado, su visionado es puro aire fresco y, por otro, el poso que deja es tan vago, tan efímero, como una ráfaga de viento.

Lo mejor:

Se consume como un polo de limón, y los actores, todos, están fantásticos.

Lo peor:

Su tono informal, casual, es también demasiado anecdótico.