Crítica de “El cielo rojo”: una película ardiente y magistral ★★★★★

Crítica de “El cielo rojo”: una película ardiente y magistral ★★★★★

Hacía falta que llegara el fuego para provocar el deshielo. Da la impresión de que el cine de Christian Petzold nació encerrado en el iceberg de sus ideas, azul y cortante, y que, poco a poco, el bloque ha ido resquebrajándose, abriéndose al mundo, buscando la emoción que antes flotaba solo en un plano teórico, enunciada pero no vivida. La infelicidad de Leon (magnífico Thomas Schubert) procede, de hecho, de esa cárcel: si no sabe superar el síndrome de la segunda novela, si no sabe disfrutar de la compañía y la alegría de los demás, es porque este amargado escritor solo experimenta el mundo intelectualmente.

Al contrario que sus eventuales amigos veraniegos -Fred, el fotógrafo, y, sobre todo, Nadja (magnética Paula Beer)-, es alérgico al placer de lo espontáneo, y Petzold lo observa con la curiosidad de quien percibe algo en él que conoce muy bien, porque su cine, a veces preso de sus símbolos o sus dispositivos, ha tardado en liberarse de sus opacidades. Es en “El cielo rojo” donde el cineasta alemán ha conseguido practicar sus relecturas genéricas -en este caso tomando como base la comedia rohmeriana- con una fluidez y una ligereza que son una auténtica novedad en su filmografía. Es una película que ha recorrido el camino que Leon aún no sabe que tiene por delante.

Hablábamos del fuego. En este paraíso donde el bosque muere en el mar y Leon se revela incapaz de conectar con la Naturaleza, es ésta, implacable, la que subvertirá las normas de lo humano, la que demostrará, con repentina indolencia, que solo vale la pena existir si abrazamos nuestro lado más vulnerable, si abandonamos el mundo de las ideas para aceptar que nos pueden nuestras pasiones. Es la misma película que se quema por dentro: si empezamos a acostumbrarnos a que el cine contemporáneo se bifurque, a que renuncie a sus premisas para entregarse al desvío y la mutación, Petzold logra que ese desplazamiento hacia lo trágico sea tan inevitable como un incendio. Tiene que incendiarse el mundo para que Leon sepa escribir una buena segunda novela. Es toda una declaración de principios, sobre todo para aquel Petzold de “Transit” o de “Barbara”. Hay que romper el tubo de ensayo para que el verdadero cine se derrame, aunque sea para destruirlo todo. Tal vez de las cenizas del mundo nazcan nuevas flores.

Lo mejor:

Su perspicaz, brillante retrato de la condición humana, y su revelador giro de guion.

Lo peor:

¿Por qué ha tardado tanto en estrenarse, cuando ganó el Oso de Plata al mejor director en la Berlinale 2023?