Crítica de “Fuera de temporada”: breve y feliz encuentro ★★★ 1/2

Crítica de “Fuera de temporada”: breve y feliz encuentro ★★★ 1/2

Stéphane Brizé ha decidido abandonar su feroz análisis del mundo del trabajo, alicatado en la trilogía formada por “La ley del mercado”, “En guerra” y “Un nuevo mundo”, para medir la temperatura basal de un amor que pudo ser y no fue. Pasado el tiempo, también está el desajuste de una carrera profesional que produce frustraciones e inseguridades, o porque el éxito dispara las expectativas de los que te admiran, o porque hubo que sacrificar el talento por la conciliación y el cuidado de un espacio seguro.

Lo cierto es que Mathieu (Guillaume Canet) y Alice (Alba Rohrwacher) se reencuentran en un momento de crisis, un perfecto paréntesis vital para que aquel romance que se rompió abruptamente pueda pensarse desde otro lugar. Él es un actor famoso, que ha dejado plantado su estreno en el teatro por miedo a fracasar. Ella es una profesora de piano que renunció a su carrera para dedicar su tiempo a la vida doméstica. Ambos son infelices a su manera, y derraman su melancolía acunándose en la luz gris de un pueblo de costa invernal, donde él intenta curarse de sus neuras en un balneario y ella consume su existencia equilibrada.

A estas alturas, el lector habrá notado que Brizé no inventa nada nuevo, que “Fuera de temporada” se nutre de ese romanticismo pequeño, hecho de oportunidades perdidas y fogonazos de felicidad, que títulos tan distintos como “Breve encuentro” o “Un hombre y una mujer” han convertido en tradición. Son de agradecer los toques de humor -la incomodidad de Canet en su retiro profiláctico-, la innegable química entre la pareja protagonista, la calidez e intimidad de sus diálogos. Parece que a Brizé le cuesta separarse de sus criaturas, y que llega un punto en que lo que hay detrás de sus insatisfacciones no da más de sí, pero consigue lo que toda comedia romántica tiene como credo: que el espectador desee un final feliz, que no es otro que el de la reconciliación.

Lo mejor:

La química entre Canet y Rohrwacher, y la intimidad compartida que desprenden sus diálogos.

Lo peor:

A Brizé se le alarga en exceso el metraje, no sabe ver cuándo sus personajes están agotándose.