Cuando huele a podrido

Cuando huele a podrido

Por mucho menos de lo que hoy está sucediendo en España, el nacionalismo vasco echó a Rajoy del Gobierno. Fue, en realidad, por el efecto político de una sentencia fake, basada en una morcilla judicial, estratégicamente colocada por un magistrado afín al PSOE. El Supremo se encargó después de decir que era falso que el PP tuviese caja B alguna, pero el mal ya estaba hecho, la moción de censura presentada y ganada gracias a que el PNV la votó porque, presuntamente, este partido no soporta la corrupción. Lo que llama poderosamente la atención ahora es que los máximos representantes de los jeltzales vascongados estén callados como puertas ante la sucesión de noticias escandalosas que afectan a Sánchez, a su partido, a su familia, a sus ministros, a sus presidentes autonómicos, a la estructura misma de su organización en diferentes esferas de la gestión pública.

Afecta directamente a Sánchez porque su nombre aparece citado en tres de los affaires que se investigan: autorizó, tras ser informado por Ábalos, la escala madrileña en Barajas de Delcy Rodríguez; aprobó la concesión de créditos millonarios bajo la presión de un comisionista infiltrado que compraba oro en Venezuela; asistió en Moncloa a una reunión con el asesor de la cátedra de su esposa, receptor de relevantes ayudas vía contratos aprobados por diferentes instancias del Gobierno. Nadie le engañó, como quiere hacernos creer. Sabía lo que hacía.

Afecta a su partido, por la declaración de un socio de Aldama que revela cómo llevaron dos bolsas de cartón con al menos un pago de 90 mil euros en cash a la sede de Ferraz, lo que enciende todas las sospechas sobre financiación irregular del PSOE.

Afecta a su familia, pues cada día es más equívoca la actividad tanto de su mujer como de su hermano, según la investigación judicial que el propio Sánchez ha querido evitar sin éxito.

Afecta a su Gobierno: el disoluto Ábalos era el ministro más importante del Ejecutivo, amén de hombre fuerte del partido, y resulta impresentable que colocara de asesor áulico a un ex portero de barra de bar, así como sus gastos desorbitados y la estrecha relación con un comisionista que le pagaba el chalé de vacaciones y un apartamento a su novia.

Afecta a la presidenta del Congreso y a otros dirigentes autonómicos, porque los ex jefes de los ejecutivos de Baleares y Canarias están hasta arriba en el caso mascarillas y el caso Koldo, cada día más caso Ábalos y caso PSOE.

Afecta a su estructura de gestión, en fin, al revelarse la compra de guardias civiles, agujeros en el servicio exterior, empresas públicas implicadas y extraños informes exculpatorios de la Agencia Tributaria.

Cierto que estamos en los prolegómenos de investigaciones judiciales que serán largas, pero cuando la mugre es tan grande, las mentiras tan abultadas, las versiones tan contradictorias y el hedor tan insoportable, partidos de piel tan fina como el PNV no deberían mirar para otro lado. Por mucho menos echaron a Rajoy. Pero se ve que lo importante no era la corrupción, sino los peajes. De lo contrario no se entiende tal inacción ante este olor hediondo que apenas permite respirar. Pedir la renuncia del Gobierno y la convocatoria de elecciones es hoy, más que nunca, un deber democrático.

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