Dicen que madre e hijo no se entienden, que Daniel Sancho y su progenitora, Silvia Bronchalo, cuentan sus escasos encuentros como desafueros. El chef no perdona a Silvia que denunciara a su padre, Rodolfo Sancho, por un presunto maltrato. Considera que, tal y como está su situación en Tailandia, ese tipo de hechos perjudican más que favorecen. Uno de los reporteros desplazados hasta allí revela que “las visitas de Silvia, más que un bálsamo para su hijo, se convierten, en ocasiones, en motivo de discusión. Incluso Daniel acabó llorando en uno de esos encuentros”.
Por eso, el preso está mucho más unido a su padre, y sintió una profunda pena al saber que regresaba a España a los pocos días de conocerse la sentencia a cadena perpetua que le martiriza la mente y el espíritu. No se sabe cuándo volverá el actor a tierras tailandesas para visitar de nuevo al encarcelado. Confía en poder mantener de vez en cuando videollamadas con el.
Mientras tanto, sabemos que Noela, la abuela de Daniel, una segunda madre, un amor incondicional, sufre en silencio por la situación de su nieto. Ella confiaba en que la condena fuera más benévola y enterarse de la pena final fue un durísimo golpe que le cuesta digerir.
