De qué presumes: romanticismo performativo

De qué presumes: romanticismo performativo

Suena algo amargo pero… El postureo romántico no tiene nada que ver con la calidad de una relación ni con la profundidad o sinceridad de unos sentimientos, sino, sobre todo, con la necesidad de alimentar el ego de un histriónico, o de dos.

La definición contemporánea de histrión es “el busca llamar la atención mediante comportamientos teatrales” porque prioriza la validación externa por encima de la autenticidad. El término deriva del latín histrio, -onis, que designaba a los actores de teatro en la antigua Roma. Los histriones eran artistas que se dedicaban con un estilo exagerado y muy gesticulado, de ahí que la palabra haya evolucionado para describir a personas que actúan de manera artefactada en la vida real.

Esto es muy interesante, también. El término griego equivalente es hypokritēs (ὑποκριτής), y se utilizaba para referirse a los actores en el teatro griego; hoy nuestro “hipócrita” de cabecera.

Volvamos. Un despliegue público y descomedido podría perfectamente ser (y suele ser) un medio para conseguir halagos o clipping, una herramienta para ser adorado, incluso a la vez que se desprecia a la persona que supuestamente se está exaltando.

En este sentido, el de las grandes declaraciones de dicha parejil chorreando miel y los “océanos de amor” en tendencia, existen las llamadas “formaciones reactivas” en psiquiatría. Son mecanismos de defensa inconscientes e implicarían que la persona, sin darse cuenta, adopta una postura completamente opuesta a sus verdaderos sentimientos o impulsos, precisamente para ocultarlos, incluso de sí misma. Como si sintieran la necesidad de gritar lo bien que están… Antes de enfrentarse a una realidad aburrida y estéril donde les salen telarañas o a una relación bajo mínimos o a punto de caducar. El mecanismo es simple: cuanto más presumimos de algo, menos enraizado suele estar. La clásica reacción defensiva de “dime de qué presumes y te diré de qué careces”.

Con arreglo a estos fenómenos descritos por los profesionales de la salud mental, cuando vemos a Javier Bardem dedicarle momentos tan retóricos a Penélope Cruz en el Festival de San Sebastián mientras ella derrama unas lágrimas que se convierten en trending topic, o a Chris Hemsworth otorgando un espacio de enardecimiento a Elsa Pataky en el Paseo de la Fama, cabe preguntarse: ¿qué hay detrás de esas declaraciones tan pomposas?

El “postureo romántico” no es nuevo, ¿eh?. Las redes sociales y los focos lo amplifican, pero su esencia es la de siempre: aparentar para disimular. Pensemos en el caso de Rosalía y Rauw Alejandro. La pareja compartió el hermoso video “Beso”, que nos hizo suspirar, justo antes de anunciar su separación.

Pero no son los únicos: Megan Fox y Machine Gun Kelly dieron innumerables muestras de PDA (Public Display of Affection) en múltiples eventos (recordemos la lamida de la lengua negra en los Billboard Music Awards); sabemos cómo acabó esa historia.

Si revisamos otros casos de impostación sentimental previo a la ruptura, encontramos a Lady Gaga y Taylor Kinney que posaron desnudos y cubiertos de pintura para una edición especial de V Magazine, explicando que querían “romper las reglas”. Su relación se rompió poco después. Kanye West y Kim Kardashian protagonizaron momentos de romanticismo que hubieran sonrojado a Jack y Rose (al hundirse Titanic) en los Grammy, mientras el matrimonio se hundía para no reflotar jamás.

El amor no es el único terreno donde las formaciones reactivas se manifiestan. Podemos verlo en el ámbito laboral, en las relaciones de paternofiliales, e incluso en el Congreso. El político que presume de honradez es el que menos confianza debería inspirarnos (porque detrás de la superioridad moral siempre se esconde lo peor, empezando por una empalagosa ingenuidad).

Ojo. Nadie está a salvo en el gran teatro del mundo. Todos caemos, en mayor o menor medida, en este tipo de defensas (para mí divertidísimas). Y entonces, ¿qué hacemos con todo esto? Si no eres un famoso en crisis de pareja, la lección aplicable para nosotros, parias, es sencilla: cuando sintamos la necesidad de exhibir algo en exceso, preguntémonos por qué.

En efecto, hay una gran diferencia entre emocionalidad y sentimiento. La primera se refiere a la intensidad con la que se vive una experiencia momentánea y muchas veces involuntaria, como llorar en un discurso o sonreír en una foto. Una respuesta superficial que no implica un afecto profundo ni duradero. El sentimiento es algo más constante y hondo. Implica un estado interior más complejo y sólido que se construye con tiempo.

Los actores (todos personas con rasgos histriónicos) tienen una facilidad innata para proyectar una emocionalidad convincente, para eso les pagan, lo cual hace que parezcan espontáneos incluso cuando el sentimiento es inexistente. Sin embargo… A los Bardem, Hemsworth, Fox y compañía: Continuad regalándonos ilusionismo (aunque tras la alfombra roja lo único que queráis sea iros por separado en el coche. Y que os dejen en paz) No seáis honestos. Permitidnos soñar. ¡Sentido del espectáculo! ¡Fantasía! ¡Aplausos!

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