El Parlamento de una democracia es la expresión gozosa de la soberanía popular. Así lo entendió Elias Canetti en sus Apuntes, en Londres y en 1942, cuando el Reino Unido resistía a solas el imparable avance de Hitler en toda Europa, al anotar aquella fascinada observación: “Siempre que los ingleses atraviesan un mal momento, me embarga un sentimiento de admiración por su Parlamento. Este es como un alma reluciente y sonora, un modelo representativo en el que, ante los ojos de todos, se desarrolla aquello que de otro modo permanecería secreto”.