Defíname demócrata

Defíname demócrata

Francamente, creo que no deberíamos descartar que el palacio de la Moncloa padezca el síndrome del edificio enfermo. Las pruebas factuales hacen pensar que pudiera contener algo nocivo que impregna el ambiente, destruye las células cerebrales y reduce permanentemente las capacidades mentales. Es la única manera que se me ocurre de explicar las distorsionadas percepciones morales de Pedro Sánchez. Es buena noticia que proponga una regeneración democrática, pero claro, ¿cómo vamos a confiar en que regenere la democracia quien precisamente la está desmontado en nuestro país? Si aspira a que creamos que su propuesta va en serio debería empezar por entonar un «mea culpa», demostrar propósito de enmienda y comprometerse a dejar de mentir reiteradamente a su sufrido electorado. ¿Cómo puede pretender convencernos de que le preocupa seriamente la verdad alguien que ha tratado con tal insinceridad a sus propios votantes?

Ahora nos anuncia una guerra a los medios de comunicación, agárrense. Una cruzada contra unos medios «malvados» cuyo mal sería que se comportan como lo hace precisamente él. Todo podría parecer un poco contradictorio hasta que se le pide que explique lo que él considera que es demócrata y qué es verdad. Entonces todo se aclara porque resulta que para Pedro Sánchez solo son demócratas los que leen «El País», ven TVE y votan al PSOE y por verdad entiende propaganda. Entenderán entonces que, con ese concepto que anda extendiendo de la democracia, solo se manifiesten demócratas, según las estadísticas, apenas un 35% de la población joven.

Esto ya sucedió en Europa. A principios del XX, una generación de políticos corruptos e irresponsables vaciaron de contenido el concepto de democracia provocando que muy pocos ciudadanos creyeran en ella y se decantaran hacia soluciones autoritarias. Si el presidente aspirara de verdad a ser demócrata, lo primero que debería hacer es apartar a figuras como García Ortiz y Tezanos de la vida pública.