Después de ti

Después de ti

El poeta, es un hijo que escribe_más que nunca_, con palabras de carne, “Queriéndote hacia arriba y hacia siempre”, desde el abismo infinito de su asombro y de su dolor. Está solo de ella. De nada más. Cuando se pierde a una madre, ya todo se comprende, ante la certeza de que, con esa madre, se va el ser que más te ha querido y te querrá en esta vida.

‘Después de ti’, es el título del libro que acaba de ver la luz, de Jorge de Arco, Premio José Zorrilla de Poesía 2013 y San Juan de la Cruz, con ‘La casa que habitaste’, en 2009, entre otros numerosos galardones, a una obra consolidada y fecunda. Jorge de Arco encarna a una de las voces más claras y personales de la poesía española contemporánea. Tiene la sabiduría de utilizar, en cada poemario, palabras nuevas y es capaz de llegar al alma; porque, nuestro poeta, busca a la intemperie el azar de la verdad y de la belleza y bebe la vida sin prisa, aunque le apriete la desesperanza.

‘Después de ti’, es un cántico de amor eterno, de amor materno. Jorge de Arco ansía volver a abrazar a la madre ausente y “palpar la luz de su después”. De pronto le parece escuchar, a lo lejos, una sonrisa conocida. Pero no: la chimenea está apagada y también la casa: “No estás,/ y soy abismo, aciago mirto./ Porque avistar tu muerte/ no/ fue suficiente para hacerle hueco.”

Publicado pulcramente por Editorial Balduque, la obra agavilla 26 poemas que rozan la luz sagrada del querer, el tiempo y también el estallido del morir: “En una madrugada/ de soledades cierta,/ se aprende,/ sí, muy deprisa,/ a querer más lo que más has querido.” Jorge de Arco que sabe, sangre adentro, de horas sumergidas, fiebres y desiertos, no habla con el lenguaje de la culpa, como otras veces, sino con la voz veraz del amor: “En una sola madrugada/ se aprenden tantas cosas:/ los muchos nombres/ que tiene la indulgencia,/ los posos de las sombras,/ lo opaco que es el cielo…Y también,/ a tolerar el alba que no llega,/ a corregir el credo de la vida,/ a descreer del mundo,/ y de su insoportable vanidad.”

En medio de la tarde, el poeta aguarda, todavía, aquellas palabras de aliento que aupaban la vida en su corazón, desde “la sagrada espiral de su abundancia”. Jorge de Arco conversa, muy en silencio, consigo mismo y con su madre, ante “los relojes desnudos de la pena”, de “esa mudanza frágil que es la dicha”, de la primavera que sobrevive, del palpitar de las estrellas y del mar en sus auroras, mientras cree escuchar, a lo lejos, aquella sonrisa y sigue corriendo el agua, siguen veloces corriendo los días y “Así me iría, madre, para siempre,/ en esta misma barca que se inunda de ti,/ y tiembla, porque es tarde y se hace noche/ en mis heridas,/ y no tiene otro rumbo/ que el sol de tu memoria”.