Donald Trump, el hombre que atribuía sus éxitos a su fuerza mental

Donald Trump, el hombre que atribuía sus éxitos a su fuerza mental

La Nueva York que dio a luz a Trump era un auténtico barrizal de corrupción y mala praxis. La inmundicia abarcaba tanto las sedes del poder ejecutivo como algunos medios de comunicación, pasando por el sector en el que la familia Trump había sustentado su riqueza. A finales del siglo XX, Nueva York era un lugar donde la política racial tribal dominaba esferas enteras de la vida pública. Esa política, que impidió a los representantes de la comunidad negra ocupar cargos de gobierno municipal hasta 1989, inspiraba la cobertura mediática de la criminalidad y la función pública y dictaba qué se construía en cada sitio y quién cobraba por ello. El mundo de los promotores neoyorquinos era un hervidero de personajes sombríos, ataques cruzados y feroces luchas financieras. Muchas veces, si querías hacer negocios, ese era el precio que tenías que pagar. Pero Trump se mostraba especialmente insolente con los periodistas que informaban sobre él; a estos, les costaba señalar a otro promotor que admitía sin pudor que había usado un alias —estando bajo juramento— en una demanda que se le interpuso por haber contratado a trabajadores mal remunerados y sin papeles para construir la Torre Trump.

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