Duro con el débil

Duro con el débil

El principio de Pascal aplica al discurso migratorio. Ya en el siglo XVII demostró que la presión que se ejerce sobre un líquido se transmite íntegramente y con la misma intensidad en todas direcciones, lo cual nos obliga a entender que los flujos migratorios nacen de una presión en origen que se traslada al destino. Algo tan obvio y apaciguador es negado de manera terca por nuestros políticos, que llevan meses enfangados en una riña en la que su única misión parece ser la de seguir engañando a los queridos niños para que los voten a la espera de la mágica solución que no llega. También sabemos que la valla y el mar funcionan como alternativa de llegada, a más dureza en un enclave más desembarcos por el otro. La matanza de migrantes en Melilla, por la que se pasó sin depurar responsabilidades, aún resuena y lleva a las rutas marítimas, incluso a nado, a los desesperados por llegar. Lo que no sabemos, a estas alturas, es cuánta paciencia cabe en el cuerpo de una persona. Porque en los últimos tiempos hemos oído encadenadas tantas descalificaciones hacia los inmigrantes que lo sorprendente es que no hayan saltado ya a callar unas cuantas bocas.

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