Ecos de un Corazón Roto

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El amor prohibido después de años se había perdido en una palabra o dos. «Amada mía, tú y yo somos seres humanos. Nuestro error no es intencional,» repetía Alejandro, intentando comprender cómo todo había salido mal.

Por Ehab Soltan de El diario de Clara y Alejandro

Hoylunes – Alejandro se encontraba solo en su habitación, rodeado por las sombras de los recuerdos que una vez fueron su consuelo. Cada rincón de ese espacio parecía susurrarle el nombre de Clara, la mujer que había llenado su vida de luz y que ahora, con su ausencia, dejaba un vacío insondable. Se sentía como un náufrago en un mar de dolor, donde las olas del tiempo no parecían aliviar su sufrimiento, sino agravar su herida.

Los días pasaban con una lentitud agonizante, y cada minuto sin Clara era una eternidad. Alejandro recordaba sus risas compartidas, las miradas cómplices, y las promesas de amor eterno. Ahora, esas memorias eran como espejismos en un desierto emocional, brillando con una luz que solo servía para acentuar la oscuridad en la que estaba sumido.

«Eso es todo… mi corazón, oh una parte de mí, oh cada cosa hermosa de mí,» murmuraba Alejandro, como si las palabras pudieran traer de vuelta la paz perdida. Sabía que Clara no volvería, que la vida los había separado de manera irrevocable. Y en esa aceptación, encontraba una forma de consuelo amargo. «Irás y me maldecirás solo en esta vida y en este mundo,» se decía, sabiendo que era la única forma de liberar a Clara de la culpa y mantener intacto el amor que aún le profesaba.

La desesperación lo consumía. Alejandro no podía tocarla, no podía contarle nada que le molestara. Clara era su alma, la única que había conocido, y nunca imaginó que un día ella se iría. La ausencia de Clara dejó cicatrices profundas, convirtiendo su corazón en un grano de heridas. «Nunca te diré un día: pasado y hecho,» pensaba Alejandro, reconociendo que el tiempo no tenía el poder de borrar el amor que sentía por ella.

Los pensamientos de Alejandro giraban en un ciclo interminable de recuerdos y dolor. «Pensando en ti y no olvidándote, permanecerá contigo y no te desesperarás,» reflexionaba, aferrándose a la idea de que el amor que compartieron nunca moriría. Por mucho que Clara se hubiera ido, Alejandro sabía que la recordaría mientras viviera y respirara.

El amor prohibido después de años se había perdido en una palabra o dos. «Amada mía, tú y yo somos seres humanos. Nuestro error no es intencional,» repetía Alejandro, intentando comprender cómo todo había salido mal. Clara lo había dejado en shock, sintiéndose dividido y perdido. Con todo lo que había en él, Alejandro aún la amaba y deseaba que ella volviera a hablarle.

Alejandro ansiaba la reconciliación. «Ven, dime cualquier palabra. Definitivamente te reconciliaré después de eso. No quiero que peleemos, porque mi corazón no es del tipo de riña,» se decía a sí mismo, esperando que Clara encontrara el camino de regreso a él. Pero en lo profundo de su ser, sabía que debía enfrentarse a la dura realidad de su ausencia y encontrar la manera de sanar su alma herida.

Así, Alejandro vivía día tras día, enfrentando los ecos de su corazón roto, con la esperanza de que algún día, las cicatrices dejaran de doler y pudiera recordar a Clara con una sonrisa, agradecido por el amor que una vez compartieron, aunque nunca lo olvidara.

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