Educación: nuevo curso, viejos problemas

Educación: nuevo curso, viejos problemas

Llegó la hora de volver al colegio, y ya las televisiones se han encargado de recordar lo mucho que se han encarecido los libros y el material escolar, como si el gasto de las familias en la educación de los hijos fuera algo improcedente o denunciable.

Y todo sigue igual en el mundo de la enseñanza, pese al estropicio que evidenció el informe PISA del curso pasado, particularmente en Cataluña, con la comprensión lectora y el nivel expresivo por los suelos, y los programas curriculares venga a hablar de competencias y destrezas en lugar de insistir en la lectura y la escritura, y los políticos y responsables educativos empeñados en poner parches y eufemismos con el único objetivo de disfrazar el fracaso escolar.

Con un sistema que prioriza las susodichas competencias o capacidades sobre los conocimientos y se sustenta en una jerga pedagógica que ha acabado con la esencia de casi todas las asignaturas, y unos planes educativos que relativizan, cuando no desdeñan, los contenidos. Con el concepto de deber expulsado de la escuela (son palabras de José Antonio Marina), el esfuerzo y el saber relegados a un muy segundo plano (¡una enseñanza sin suspensos, qué gran avance, oh señores apóstoles de las nuevas pedagogías!) y la memoria poco menos que demonizada y desterrada de las aulas. Necesitamos la memoria para aprender datos y, con ellos, relacionar hechos, establecer conexiones y paralelismos, pero el sistema educativo actual lleva años formando a generaciones de alumnos a los que prácticamente no se les exige aprender nada de memoria, ni siquiera la tabla de multiplicar. “Sabemos lo que somos capaces de recordar. Por tanto, cuanto menos somos capaces de recordar, menos sabemos”, asegura el filósofo, pedagogo y maestro de escuela Gregorio Luri, autor de La enseñanza no es un parque de atracciones. Con la figura y la autoridad del profesor resquebrajadas, pues de ser maestros han pasado a ser acompañantes en la aventura del saber. Que la información ya la tienen los alumnos, proclaman los teorizadores de despacho, basta con entrar en Google, y que entonces la labor del profesor ha de ser otra, ya no la de transmitir el saber, sino la de actuar como mediador y motivador en el entorno de aprendizaje. Pero también antes tenía el alumno la información en los libros, y para que no tuvieran que consultarlos el profesor se lo resumía y seleccionaba y presentaba, porque difícilmente el alumno podía saber qué fuentes o qué libros eran los más fiables, o los más actualizados. Y si eso ocurría con los libros, qué no pasará ahora en la selva de internet, cómo va a poder discernir un alumno lo que es fiable y lo que no…

Please follow and like us:
Pin Share