Alba ha sido profesora interina durante años en Lleida. El año pasado aprobó las oposiciones light que se convocaron dentro del macroproceso para dar estabilidad a los interinos con exceso de temporalidad. En septiembre debe empezar el periodo de prácticas ya como funcionaria. Los nervios por conocer su destino se convirtieron en angustia cuando se publicaron las listas: Figueres. “Hasta ahora hacía una hora de viaje para ir a la escuela, ya estoy acostumbrada, pero 300 kilómetros es inviable. Tengo una niña de tres años y mi pareja un bebé de semanas”, dice. Esta maestra —con un máster en psicopedagogía, la competencia digital y el C2 de catalán, asegura— se queja de que profesores con peor nota en las oposiciones han logrado plaza más cerca. “Revisé las listas y conté unas 30 personas. No puede ser que personas sin experiencia hayan logrado plaza a 10 minutos de casa”. Con este panorama, Alba se plantea si aceptar —”cosa que implica estar fuera de casa toda la semana”— o renunciar y hasta cambiar de profesión. “Después se quejan de que no hay profesores, es que no te lo ponen fácil”, remata.
