El buen juez

El buen juez

Después de la ponderada decisión de la Audiencia, el caso de Begoña Gómez, la mujer del presidente del Gobierno, sigue en manos del juez Juan Carlos Peinado, repudiado por unos y reputado profesional para otros. Dice Azorín, en el capítulo de «El buen juez» de su obra «Trasuntos de España»: «La Justicia, la Justicia pura, limpia de egoísmos, es una cosa tan rara, tan espléndida, tan divina, que cuando un átomo de ella desciende sobre el mundo los hombres se llenan de asombro». Con la imperfección humana hay que contar. Nadie es perfecto. También los jueces son humanos, y tienen sus ideas y sus sentimientos, sin que eso vaya en demérito suyo ni les incapacite, en la mayoría de los casos, para ser razonablemente honestos e imparciales en sus indagaciones y resoluciones. Es lo que se supone que pasa con el instructor de esta causa que afecta de lleno al núcleo sentimental, el más sensible, del presidente del Gobierno. Hace falta una gran valentía y una fuerte integridad profesional para seguir adelante a pesar del insoportable acoso oficial a que está sometido.

La luz verde de la Audiencia de Madrid, con las acotaciones precisas, justifica de sobra la actuación del juez Peinado y supone un serio revés para el presidente Sánchez, involucrado de lleno en la causa de su mujer. Han fracasado, al menos por el momento, en su empeño de dar carpetazo al engorroso asunto, en un ejercicio manifiesto y altanero de obstrucción a la Justicia. Ya no pueden reducir su defensa a la descalificación del juez instructor. Tendrían que extender el repudio y la grave acusación de actuar por intereses políticos ocultos a los tres honorables jueces de la Audiencia, que han dado la razón al juez Peinado. Nada que ver con la falsificada versión de la ministra Alegría, servicial portavoz del sanchismo. Harían bien, por la cuenta que les trae, en cambiar la estrategia de defensa, al abogado defensor y a la portavoz del Gobierno. Si todo es limpio y claro, si «no hay caso», ¿a qué tienen miedo?

El «caso Begoña Gómez» lleva camino de permanecer mucho tiempo, amenazante, sobre la cabeza del presidente Sánchez, con la incógnita del desenlace y el consiguiente desprestigio internacional de España. A estas alturas, con lo que ha trascendido, no se puede excluir ninguna conclusión. Pero, aun en el caso de que se diluya la causa penal, la sombra de la inmoralidad y de la corrupción se mantendrá como una nube negra gravitando sobre los actuales inquilinos de La Moncloa. Y el buen juez no tiene la culpa.

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