El café de La Mexicana, el que «más se vende en el mundo»

El café de La Mexicana, el que «más se vende en el mundo»

Las montañas de sacos de café de la fábrica de Cafés La Mexicana le servían a Álvaro Rodríguez, el director comercial de la compañía, de fuerte: solo hacía falta un poco de imaginación. Entonces era todavía un niño y jugaba con su hermana, Iria Rodríguez, ahora directora general; al poco tiempo ya empezaban a ayudar a empaquetar productos del negocio que heredaron. «Siempre decimos que nos daban café en el biberón», asegura Álvaro en la puerta del establecimiento de la calle de Preciados. Este local tiene un Récord Guinness: «la tienda que más café vende en el mundo», establecido en 1990. Ahora cuentan con 16 locales, de los cuales 14 están en Madrid, en los que venden bolsas de café y han introducido un servicio de café para llevar. En un escenario en el que las ventas del producto han crecido y a su vez la competencia, este negocio fundado en 1890 ha tenido que adaptarse «a los nuevos tiempos y a las nuevas tendencias», en una época en la que hay un alto «friquismo» del café.

La Mexicana debe su nombre a Dolores Levil. «Era una señora mexicana, hija de madrileños, que vino a Madrid a conocer la tierra de sus padres. Fundó en la calle de Preciados, 24, que antes era calle del Carmen, 25, una tienda de café. La gente decía, “¿dónde vas? Donde la mexicana”», narra Álvaro. Entonces, el abuelo de Álvaro e Iria empezó a colaborar con Levil. «Se quedó huérfano muy pronto, y tuvo que ganarse la vida. Solía hacer trueques. Y en uno de estos, le pagaron con un saco de café verde, que es el que se tueste y después nos bebemos. Se lo explicaron, y empezó a tostarlo él para la señora mexicana con una sartén en el patio de vecinos». Más tarde, Levil quiso «volver a su tierra natal» y traspasó el negocio a mi abuelo.

La tienda era «famosa» porque «solo vendía buen café». Cuando Guinea Ecuatorial era colonia española –hasta 1968–, «allí se cultivaba café». «El café que había en España, lo compraba el Estado, lo que se llama comercio de Estado, y hacía tres calidades: A, B y C. De por sí, el café de Guinea [Ecuatorial] no era tan muy bueno. Cada tostador de café recibía A, B y C. Entonces la apuesta por la calidad que hizo mi abuelo fue vender sus B y C a otros y comprarles la A. Con lo cual, cuando tú ibas a La Mexicana, solo tenías calidad A», explica Álvaro. Cuando se liberalizó el mercado del café, cuenta Álvaro que la tienda fue «pionera en importar» el café de Colombia y fue uno de los «primeros cafés colombianos que hubo en Madrid».

Más tarde, asumió el negocio el padre de Álvaro e Iria –los hermanos son tercera generación de la familia. A partir los años setenta, se empezaron a expandir. Abrieron primera una segunda tienda en Goya y una tercera en la calle Fuencarral, en el año 1984. Hoy son 16 establecimientos, pero es casi todo Madrid: 14 están en la capital, y mantienen una en Talavera y otra en León. Sin embargo, según Álvaro, «nuestro punto fuerte es el café recién tostado y la amabilidad en tienda. Cuando tienes una tienda a 400 kilómetros, no puedes controlar esa atención».

La tercera generación se ha acomodado a las «nuevas tendencias», en palabras de Álvaro. «Lo que hemos hecho nosotros es adaptarnos a las nuevas tendencias y los nuevos cambios: cafés de especialidad, venta online, muchísima mayor información de cada café, trazabilidad, muchos más orígenes, otros productos relacionados, la degustación, y cambiar la imagen, la marca, el discurso». El café de La Mexicana solo se puede comprar en sus establecimientos físicos o en su página web.

En España, el consumo de café tostado y soluble per cápita fue de 3,81 kilogramos, según un informe de 2022 de la Asociación Española del Café, pero a principios de siglo, en 2002, la cifra era 1,91 kg. Muy lejos del país en Europa que más café bebe: Finlandia, con 11,8 kg per cápita, según datos de 2022-2023 de la Federación Europea del Café (ECF, por sus siglas en inglés).

Desde el negocio familiar se ha presenciado en estos últimos años cómo ha ido creciendo el consumo del café, que al principio llegó «con una mayor información en parte gracias a internet», alcanzando «un nivel de postureo y de friquismo que se te va de las manos»: «Hay gente normal, no gente con un nivel económico muy alto, que se compra auténticas máquinas de más de mil euros». También hay diferencias en cómo se compra. «Todos venimos de los tiempos que la gente bajaba a comprar a la pescadería, a la panadería, a comprar café. La cola en La Mexicana llegaba a sol. Los tiempos cambian», dice Álvaro, que explica que ahora se compra mucho más por internet. Cada vez ha ido subiendo la competencia, con «las grandes superficies, los supermercados, Amazon». Este auge del café al principio no les benefició, pero luego «tanta publicidad hizo bien». Por ejemplo, Álvaro cree que «ha pasado de ser el chupito de café que necesito para aguantar, a disfrutar». Muchos lo ven como un «ritual: hay mucho friqui que al final no puede tener las cápsulas. Es que te gusta tu momento, tienen un molino en casa, hay gente que pesa la dosis, les gusta cómo se prepara, el aroma… Es ese ritual de preparación del café».