El diario de Amilibia: ¿Queréis a la Bego o no queréis a la Bego?

El diario de Amilibia: ¿Queréis a la Bego o no queréis a la Bego?

Ahora que ya sabemos gracias a la Yoli que España no va como un cohete, ni tan quisiera como un cohete nacional de esos que se pierden en el Atlántico, es el momento de preguntarse qué pasará el domingo si los españoles, en lugar de mirar hacia el lado feo del paisaje político (el caso Bego, el caso a Koldo, el caso del hermano músico, los pactos con Carles Puigdemont, etcétera), miran embelesados y abducidos, como han hecho otras veces, al lado bueno y victimizado del rostro del Apolo de la Moncloa, que no sé bien si es el izquierdo o los tres cuartos. Al embeleso se suma ahora el conmovedor apoyo de su nueva carta a la ciudadanía, en la que se muestra como un San Sebastián asaeteado por la ultraderecha y el juez Peinado.

Pero Él sabe que dos víctimas conmueven más que una, y ha colocado junto a Él en el altar del sacrificio a su Bego. Dicen los analistas de la cosa que no se contiene y que es capaz de todo para seguir en pie. Pudo haber presentado a su bien amada coronada de espinas, con la cruz a cuestas y Él de cirineo, pero no lo hizo. La Bego se apareció a los pastorcillos sociatas radiante, juvenil (camiseta roja y ceñidos vaqueros), sonriente y cogidita de la mano de su Apolo en plan enamoradísima novia primeriza: una postal de San Valentín. Él pudo haber preguntado entonces al gentío: «¿Veis en esta virginal criatura mácula alguna de corrupción y tráfico de influencias?», pero tampoco lo hizo. No era necesario, ya la estaban ovacionando: «¡Begoña, Begoña, Begoña!»

La verdadera pregunta del domingo es: ¿Queréis a la Bego o no queréis a la Bego? A ver, amores míos.