El factor Kennedy apuntala a Trump

El factor Kennedy apuntala a Trump

Robert Francis Kennedy jr, sobrino del asesinado presidente John F. Kennedy, e hijo del también tiroteado senador Bobby Kennedy, lleva más de 20 años trabajando contra la epidemia de enfermedades crónicas que, desde hace medio siglo, afecta al gigante americano. Robert F. Kennedy es, en esencia, lo que se dice un «hombre bueno», miembro desde su infancia del partido de su tío y de su padre. A los 6 años asistió a la primera Convención Demócrata, militando en ella durante décadas, convencido de contribuir a la causa de una organización que luchaba por los derechos civiles, contra el racismo, el autoritarismo, la censura y el neocolonialismo. El partido de los trabajadores, en definitiva, que era también el de la transparencia y el medio ambiente. Dentro de él, emprendió hace décadas una lucha civil para evitar la degeneración de la salud de los estadounidenses, el país desarrollado con la tasa de obesidad y diabetes más alta del mundo. El problema es que todo fue bien, hasta que se topó con los lobbies de la industria farmacológica y agro-alimentaria, las grandes corporaciones que financian a los azules. En ese momento, su actividad pública se vio frenada por Biden y Kamala, que le negaron la opción de continuar desarrollando el trabajo contra la plaga de patologías agudas que padece la primera potencia global, y que amenaza con arruinar su presupuesto.

Robert F. Kennedy jr. decidió entonces que, a la vista de que su organización se había convertido en soporte de las grandes corporaciones (farmacológicas, alimentarias, tecnológicas, bélicas, etc.), y que estaban persiguiendo y censurando a la disidencia interna en medios y redes, iba a emprender su andadura en solitario como candidato independiente a la presidencia USA. Contra el criterio de los que vaticinaron que no lograría ni los avales, Robert K. obtuvo más de un millón de firmas para su candidatura, que mantuvo en pie hasta el pasado viernes, cuando decidió incorporarla a la de Trump. En un discurso en Arizona, explicó RFK que desgraciadamente el Demócrata se ha convertido en el partido de la corrupción oficial, con jueces y fiscales financiados por los mismos patrocinadores que dieron el golpe contra Biden e impusieron a Kamala Harris, vicepresidenta nombrada a dedo que se retiró en 2020 de las primarias sin conseguir un solo delegado. Nominada sin respaldo electoral, Harris ha sido 4 años vice con encefalograma plano, sin protagonismo ni iniciativas de mención, aunque siempre bien posicionada ante los grandes patrocinadores del partido: Soros, Rockefeller, Rothschild, JP Morgan y Morgan Stanley, entre otros, que «lograron» el milagro de incrementar las donaciones para su campaña en tiempo récord. Los mismos que echaron a Biden cuando ya no les servía y pusieron la cruz a Kennedy, con la participación de sus capataces, Obama y Clinton.

A Robert Kennedy, un «hombre bueno», no le importa nada que la prensa demócrata le insulte por haberse convertido en el factor K, que apuntala la candidatura de Donald Trump. Lo relevante para él es poder continuar su trabajo contra las enfermedades crónicas, la comida basura, los aditivos químicos y la corrupción de las agencias de salud estatales, que han llevado a la gran nación americana a ser el el país con la mayor tasa de nuevas patologías incurables del mundo occidental.

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