Robaban principalmente vehículos de alta gama de color negro, blanco o azul. Buscaban que fueran de un modelo concreto de una marca asiática. Y, a ser posible, de reciente adquisición. Pero, sobre todo, buscaban que fueran híbridos, es decir, que combinaran motores de gasolina y eléctricos, hasta un 40% menos contaminantes que los tradicionales. Lo que movía a estos ladrones no era, ni mucho menos, combatir el cambio climático, sino simplemente el lucro: estos automóviles pueden llegar a duplicar su precio en Mauritania, Senegal o Polonia, adonde eran enviados la mayoría, dada la alta demanda existente en estos países.