El nuevo Oriente Medio (tras los atentados del 7 de octubre): Odios ancestrales

RMAG news

El uso abusivo de superlativos en análisis los drena de credibilidad. Todos hemos caído en esa trampa: “histórico, sin precedentes, épico, salto cualitativo…” Por no hablar de la banalización del genocidio, palabra de la que no se apea cierto tipo de engolado analista, expertos de salón e indignados de café o copas. Esto es moralmente inadmisible, pues no hay nada más grave en la historia de la humanidad que los procesos de genocidio que sí se produjeron y que supusieron el asesinato industrializado de millones de seres humanos. Lejos de la trágica trascendencia histórica del genocidio hay hechos que sí son de gran importancia, momentos de cataclismo geopolítico como el que empezó el 7 de octubre de 2023. La concatenación de sucesos que le siguen, no son hechos aislados sin relación entre si ni derivan necesariamente sólo de los brutales ataques terroristas del 7 de octubre. La inquietante situación actual proviene de la coincidencia en un muy corto periodo de tiempo de circunstancias explosivas que deflagran casi al mismo tiempo. Esto nos lleva a esta situación extraordinariamente peligrosa (perdonen el superlativo) en la que varios conflictos incandescentes están abrasando sus regiones con las imparables llamas de la guerra. Tenía previsto escribir sobre los cambios tectónicos que la actual situación provocará en la Región de Oriente Medio y en la geopolítica global, cuando una conversación con familia y amigos me sacudió y me sacó de la mirada a corto plazo y decidí poner las cosas en perspectiva histórica. No se puede entender el nuevo Oriente Medio y su onda expansiva global, sin comprender los profundos y arraigados aborrecimientos y resentimientos históricos, y no sólo el odio maníaco y obsesivo contra el Estado de Israel. En el centro de todo esto la irreconciliable enemistad que tantas comunidades en Oriente próximo se profesan.

El primero es el encono escasamente disimulado entre árabes y persas, que empieza en la batalla de Qadisiya en 636 de nuestra era en la que las tropas árabes ya islamizadas derrotaron a un enemigo varias veces superior en número y mucho mejor organizado y armado, el Imperio Persa Sasánida (no el Safávida del siglo XVI, el primer imperio Chií Persa). Los persas que hoy son parte del mundo Islámico no pueden olvidar esa humillación, aunque supusiese el inicio de su islamización. Mucho se habla con muy poca profundidad y encono del abismo entre los suníes (rama mayoritaria del Islam que representa aproximadamente el 80%) y el chiísmo (20%). El cisma que empezó como una lucha sucesoria entre Ali, primo hermano y yerno del Profeta Mohamed, y sus rivales y tres primeros Califas del Islam (Abu Bakr, Omar y Othman) que en opinión de los partidarios de Ali (Chiat al-Ali, de ahí el nombre por el que se conoce esta rama del Islam que no secta) había sido preterido en tres ocasiones a la sucesión califal del Profeta Mohamed. Si permiten la auto-cita, esto está explicado en detalle en mi libro “El islamismo contra el Islam”. La disputa sucesoria se tornó en enfrentamiento político y teológico, que derivó en profundas diferencias doctrinales hoy irreconciliables.

Si mezclamos los dos cismas anteriores, tenemos el más explosivo combustible que alimenta las intensas e inextinguibles inquinas de Irán por sus vecinos árabes y mayoritariamente suníes con la excepción de Irak, Bahréin y Líbano, donde son mayoría. El régimen yihadista de los ayatolás es una dictadura oligárquica e ideológica, no personalista, que ha construido un régimen al que incomprensiblemente se tilda de teocrático cuando lo que les inspira es ideología y no la religión islámica, la sed de poder y dominio y no el interés general de su pueblo. La búsqueda del dominio e influencia sobre la región, a cualquier precio (asesinatos, terrorismo y guerra entre otras atrocidades) y no la paz y la estabilidad de la región o del planeta. Los partidarios del régimen pueden ser aproximadamente el 30% de la población que somete y oprime al 70% restante, que son víctimas del régimen, no electores derrotados en unos procesos electorales donde sólo pueden ganar los que decidan los más duros de entre los duros representados en el implacable Consejo de Guardianes de la Revolución.

Vamos al análisis de los “proxies”, aliados/instrumentos, que no son sólo tentáculos del régimen, muchos tienen intereses propios que el régimen iraní acaba abrazando, o son comunidades que históricamente eran consideradas heterodoxas o escisiones del chiísmo “imanita” mayoritario. El perverso pragmatismo del régimen iraní rehabilitó con una fatua al alauísmo (secta otrora maldita por el chiísmo por ser una escisión herética del mismo -a no confundir con la dinastía marroquí) secta minoritaria que detenta el poder dictatorial en Siria por medio de Bachar Al Asad. En Yemen los aliados del régimen oscurantista iraní es la organización Ansar Ala, más conocidos por la tribu mayoritaria a la que pertenecen los huthíes, que son chiíes zaidíes, también considerados como heterodoxos y cuasi-heréticos por los imanitas de Teherán. Pero no importa, el enemigo meridional de Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Jordania y sí, también de Israel, viene muy bien para hostigar a sus odiados e históricos adversarios, aunque sean unos herejes zaidíes.

Lo cierto es que donde hay una mayoría o una minoría chií importante, Irán intenta influir, dominar, someter y si no lo consiguen hostigar a sus enemigos y desestabilizar. Los grandes actores de la región no parecen estar demasiado apenados por la eliminación de la cúpula de Hizbulá, y los ataque a sus cuarteles, oficinas y centros de mando y control. Israel está metiendo en vereda a un enemigo común a todo el mundo árabe, al islam suní mayoritario, y a la paz y estabilidad de Oriente Próximo y el Golfo, la región más explosiva del mundo, donde el cataclismo imparable, está, casi siempre, a la vuelta de la esquina. Ali Jamenei, el Líder de la Revolución Islámica, verdadero jefe del Estado en Irán, hizo un llamamiento el viernes pasado en un acto masivo en Teherán, para crear un “cinturón islámico” contra Israel y Occidente, aunque parezca imposible siempre habrá quienes desde el odio a Occidente y a Israel sean capaces de apartar su inquina histórica para tan execrable objetivo No creo que muchos gobiernos árabes se presten a este insidioso plan que conviene no tomarse a la ligera.

(*En la segunda parte analizaremos como estos vectores históricos, influyen en el presente)

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