El poemario más antiguo y vallisoletano que evoca la figura de San Pedro Regalado

El poemario más antiguo y vallisoletano que evoca la figura de San Pedro Regalado

Este lunes 13 de mayo es San Pedro Regalado, patrón de Valladolid y de los toreros. La capital del Pisuerga, pero también otros sitios de la Comunidad como La Aguilera, en Burgos, están de fiesta también en honor a este monje franciscano que nació en el año 1390 en la vallisoletana calle de La Platería, fruto de la unión entre el hidalgo Pedro Regalado y Doña María de Costanilla, y que vivió la mayor parte de su vida en el siglo XV.

A San Pedro Regalado se le atribuyen varios milagros, como el hecho de estar a la vez en dos lugares diferentes, convertir carne y pan en flores, o por la aparición de la Virgen ante su presencia.

Si bien, el episodio más conocido es el de cuando fue el religioso sorprendido por un toro bravo huido de una corrida y justo en el momento en el que el animal lo iba a embestir, Pedro pidió a la res que se agachase, y el astado se postró ante él.

Por este hecho, más de cinco siglos años después, en el año 1951, se decidía reconocerle como patrón de los toreros.

Aunque hay otro milagro que se atribuye a San Pedro Regalado que se encuentra recogido en su proceso de canonización. En él se describe que durante la madrugada de la fiesta de la Anunciación de la Virgen María, y mientras rezaba maitines en el convento de El Abrojo, el monje franciscano sintió añoranza de honrar a la madre de Dios en el Monasterio de La Aguilera, a ochenta kilómetros de donde se encontraba, y hasta allí consiguió transportarse. Y tras honrar a la Virgen María, regresó de vuelta.

Tanta fama tuvo el fraile, también después de su muerte, que incluso la Reina Isabel la Católica llegó a visitar su tumba en el Monasterio de La Aguilera.

Tres siglos más tarde, en el año 1746, fue canonizado por el Papa Benedicto XIV por sus acciones de caridad, su dedicación a los pobres y sus obras milagrosas. Un hecho que tuvo una gran repercusión en la época, sobre todo en Valladolid, donde al año siguiente fue nombrado patrón de la ciudad.

Panegírico en honor al patrón de Valladolid

Precisamente por este hecho, un año más tarde, en el año 1747, se publicaba un sugerente, singular y barroco libro de poemas para evocar la figura del “prodigioso” anacoreta de la Seraphica Thebaida, Fundador de la Observancia Regular de la Orden de San Francisco en España.

Un poemario intitulado “Verde Ramo del Sacro Laurel de Apolo, cortado en el ameno Valle Oletano, en aplauso de los Sagrados Cultos y profanos reflejos celebrados en obsequio de la canonización de San Pedro Regalado”, escrito por Pedro Lucas de Reboles, en aquel entonces abogado y opositor a cátedras de ambos Derechos de la Universidad de Valladolid y después juez de la Real Chancillería de Valladolid -la institución judicial más importante de la época en España, ya que solo había dos, la de Valladolid y la de Toledo, pero esta dependía de la vallisoletana-, con el que el jurista quiso rendir su particular homenaje al santo por su canonización y por haber sido nombrado patrón de la capital del Pisuerga.

Este periódico ha tenido acceso al poemario original gracias al empresario vallisoletano de Peñafiel, Jesús Solís Calderón, propietario del mismo pero también de una de las importantes y amplias colecciones privadas de España de libros clásicos y antiguos, que supera las 8.000 publicaciones.

Este libro de poemas de Reboles pasó con nota la censura por parte de Don Fernando de Zúñiga, de la Orden de Santiago y capellán mayor del Convento de Santa Cruz de Valladolid, que dio el visto bueno al poemario de esta forma: “No solo hallo no contener cosa alguna que se oponga a los Dogmas de nuestra ortodoxa y cristianas costumbres, sino que a mi parecer es un incentivo de la virtud”.

Y contó también con el beneplácito y loa por parte de Juan Álvarez de Quevedo, regidor perpetuo de Valladolid, a través de una Canción Heroyca, como así aparece escrito en el poemario, en la que, entre otras cosas, destaca la gloria alcanzada por la ciudad así como las cualidades del autor de este panegírico para con la ciudad de Valladolid.

Una ciudad, a la que el jurista tanto debía por cuanto fue allí donde sacó su cátedra y donde era considerado un vallisoletano más -a pesar de haber nacido en la localidad riojana de Calahorra-, y donde se supone que está enterrado, según se desprende del testamento que dejó escrito.

Unas últimas voluntades que conservan en la familia algo deterioradas, según contaba María Teresa Miguel Reboles en una conferencia en el centro riojano de Madrid sobre su antepasado, en la que desvelaba parte de este documento, donde, entre otras cosas, dejó escrito que quería ser enterrado en una capilla de la iglesia de San Pablo de Valladolid, otorgando una serie de donativos a los religiosos para ello.

Si bien, María Teresa indagó al respecto y habló con un sacerdote de ese templo quien le comunicó que en la iglesia de San Pablo no se entierra a nadie, pero que de haberse enterrado allí, tuvo que ser en una zona que ya no son terrenos de la iglesia y donde hoy en día habrá casas de particulares. “Si descansa ahí, como el jurista cita en su testamento, ya no es terreno sagrado”, decía el familiar.

Hombre ilustrado pero con nervio literario

En cuanto al libro de Pedro Lucas de Reboles, cabe señalar que está compuesto por un total de 161 Octavas Reales, que es cualquier estrofa de ocho versos aconsonantados organizados en dos semiestrofas de cuatro versos, ya sea por sus rimas o por su contenido.

Poemas con los que este hombre ilustrado y de leyes -sus obras principales son jurídicas- pone de manifiesto su interés por la cultura pero también y sobre todo su pasión por la literatura, y en este caso la poesía.

Se trata de una obra curiosa, con versos muy barrocos, que bebe del universal poeta y dramaturgo del Siglo de oro Español, Luis de Góngora, algo que se nota en la musicalidad y el retorcimiento de los versos que aporta el jurista.

En la mayoría de las octavas sobre San Pedro Regalado, sus milagros y su devoción hacia el franciscano, se aprecia el barroquismo de Reboles, como por ejemplo en esta estrofa:

“Del fuego circundado cuando oraba

un volcán del Convento parecía

rápida el agua cuando más bramaba

al barco de su mano obedecía:

sereno el aire donde insinuaba

en angélicas turbas conducía,

y el milagroso manto entre candores

el pan sabia transformar en flores

Los toros, tan arraigados en la capital del Pisuerga desde tiempos inmemoriales tienen igualmente su espacio en este poemario, habida cuenta también que San Pedro Reglado, como decíamos antes, es el patrón de los toreros.

Lo escribe así en una de sus octavas reales más conocidas de este libro, en la que hace referencia a su primera corrida:

“Presentáronse luego a la palestra

audaces y valerosos los Marchanes,

blandiendo el fresno herrado con la diestra

en ligeros gallardos alazanes;

pero en breves minutos dieron muestra

cabal de los Orlandos, dos Roldanes

vertiendo de los brutos corales

por las fuentes copiosas, y mortales

Y también con lo taurino como protagonista, en una de las últimas octavas reales del libro, Pedro Lucas de Reboles hace referencia al episodio milagroso comentado anteriormente entre San Pedro Regalado y aquél astado que huyó de una corrida y se encontró con el patrón de Valladolid:

Escándalo de el Prado, y la Rivera

espumas eructando por el foro,

rompió los quicios una negra fiera,

que dejaba de serlo por ser toro;

de esperar el caballo desespera,

y tascando alacranes bellos de oro,

en retrógrada acción de digno vario,

luchaba con el Tauro el Sagitario.

En definitiva, una obra poética peculiar, muy al uso y estilo de la época, aunque no la única dedicada al patrón de Valladolid, pero que no deja indiferente a nadie que la haya leído, entre otras cosas, porque refleja muy bien el sentimiento de los vallisoletanos hacia San Pedro Regalado y su ciudad.