El público canta sin cesar en el Festival Bach de Leipzig

El público canta sin cesar en el Festival Bach de Leipzig

La música de Bach nos engrandece y empequeñece a un tiempo. Enfrentado a su genio, casi cualquier ser humano parece, por comparación, insignificante. Sin embargo, al escuchar sus obras logramos trascender de algún modo nuestra condición terrenal y elevarnos a alturas que creíamos fuera de nuestro alcance. De los numerosos retos que Bach se autoimpuso, desde muy joven y hasta el final mismo de su vida, quizás el más formidable de todos fue el desafío que decidió afrontar en su segundo año de estancia en Leipzig, la ciudad donde no fue feliz y que —según confesó a un amigo de la adolescencia en 1730— quería abandonar para mudarse a otro destino más propicio, pero que acabó siendo el escenario de los últimos 27 años de su vida y, por tanto, el lugar donde vio la luz toda su producción de madurez. El desafío consistía en componer un ciclo completo (es decir, que incluyera todos los domingos y fiestas del calendario litúrgico anual) de cantatas corales, cuya principal seña de identidad es que han de tomar necesariamente como material obligado la melodía y el texto de un coral protestante.

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