¿El túnel sanchista tiene final?

¿El túnel sanchista tiene final?

Hay que partir de la base de que Sánchez no contempla una disolución anticipada de las Cortes salvo que gane claramente las europeas. No existe ninguna razón o motivación para hacerlo. Por tanto, podemos seguir hablando del fin del sanchismo, pero puede producirse, dicho irónicamente, dentro de tres o de siete años. En estos momentos, la duración de la legislatura depende solo de sus intereses, ya que Feijóo ha descartado una moción de censura. No puede aceptar el voto de Puigdemont. No hay que caer, además, en la estrategia del sanchismo y sus aliados mediáticos. Le conviene enredar con este tema. Es bueno recordar que Sánchez no tuvo tantos miramientos con Rajoy y consiguió la presidencia gracias a una moción de censura con un apoyo variopinto formado por todos aquellos que había criticado. No le ha importado decir una cosa y hacer luego la contraria. Por supuesto, no podía dormir con Iglesias en el Gobierno y lo nombró vicepresidente. Otegi es uno de sus mejores amigos políticos, pero hace un tiempo no quería saber nada de Bildu. Ahora es la bala que guarda en la recámara para controlar al PNV.

Feijóo está en su derecho a llegar a la presidencia por las urnas. Me permito recordarle que luchar con Sánchez es como pelear en una taberna de un barrio portuario y advertirle al contrincante que hay que seguir las reglas del marqués de Queensberry. Ha demostrado su capacidad de resistencia y de manejar los tiempos sorprendiendo a sus adversarios y enemigos. La realidad objetiva es que preside el Gobierno mientras que unos y otros han caído por el camino. Ha liquidado a Iglesias, Ribera, Casado… y en clave interna están los que se han rendido con armas y bagajes para tener cargos, subvenciones o influencia, y los que han sido exterminados políticamente de forma inmisericorde. Sus mayores enemigos en las primarias son ahora sus aliados. No parece que sea un rival fácil de batir. A pesar de ello, es bueno que el PP y Vox sigan instalados en la esperanza, porque es lo último que se pierde. Me recuerda cuando le denominaban el «okupa» de La Moncloa tras la moción de censura. Han ido pasando los años y no han conseguido desalojarlo. Me temo que mucha gente sigue menospreciándolo y así les va.

Francisco Marhuenda es catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)