El verano es un infierno

El verano es un infierno

Así como en muchas casas el verano es el cachito de cielo por el que se reza todo el año, en otras, demasiadas, es el infierno que se teme como al mismísimo diablo. Precisamente porque se relajan cuerpos, mentes y agendas, en verano a algunas personas se les hacen insufribles las mismas cadenas que en invierno soportan bajo las acolchadas esposas de la rutina y las obligaciones. En verano, en fin, los días son eternos y, en 15 interminables horas de sol a sol inmisericorde, les da tiempo a pensar en cómo viven, en si tal cosa merece llamarse vida y, a veces, a las más valientes, a decidir obrar en consecuencia. Sí. Ahora mismo, a 40 grados a la sombra en la calle, tras los insonorizados ventanales de chalés con piscina y los ventanucos de aluminio de pisos donde se escucha a los vecinos hasta aliviarse los intestinos, hay mujeres rumiando, o intentando llevar a cabo, la hazaña de liberarse del yugo del hombre al que amaron, que quizá todavía aman, pero las maltrata, las humilla y las anula. A alguna, duele escribirlo, la hazaña puede costarle la vida.

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