“El verano será cada vez más largo y cálido, si no tomamos medidas ya, los daños a la salud y a la economía serán mayores”

“El verano será cada vez más largo y cálido, si no tomamos medidas ya, los daños a la salud y a la economía serán mayores”

Del «qué fresco hace para ser mayo» al «no se puede vivir con este calor». Es la conversación que con toda seguridad haya tenido con algún vecino o compañero de trabajo en estos últimos días. Siempre con el tiempo presente. No es para menos. El calor ha llegado y lo ha hecho por la puerta grande. Y la que nos espera. El cambio climático está provocando que las temperaturas aumenten de manera exponencial y el registro de las últimas décadas da buena cuenta de ello.

Según el informe de la Agencia de Meteorología (Aemet) sobre el estado del clima de España en 2023 que fue presentado ayer, el año pasado fue el segundo más cálido en España desde 1961, solo por detrás de 2022, con 44 récords de días cálidos y ninguno de día frío. Tan solo 2022 fue más cálido. Fue, también, muy seco (el sexto con menos lluvias de toda la serie y el cuarto del siglo XXI).

La constatación de que nos encaminamos a temperaturas tropicales en la Península, asusta. En cuanto al mercurio, en 2023 se alcanzó un valor promedio para el conjunto de España de 15,2ºC. Se trata de una cifra superior en 1,2 grados a la media del período de referencia 1991-2020. La temperatura media ha ascendido en España 1,5 grados desde 1961 y los diez años más cálidos de la serie se han registrado en el siglo actual.

«Cada vez se acumulan más evidencias de cambios en el clima debidos a las crecientes concentraciones de gases de efecto invernadero. Estos cambios están dando lugar a fenómenos extremos más frecuentes, desde olas de calor a fenómenos costeros o sequías. Estas situaciones tienen impacto ambiental, económico y sobre la salud de las personas», asegura a LA RAZÓN Alberto Vizcaíno, ambientólogo y consultor en sostenibilidad.

De manera más concreta, este experto apunta que «las altas temperaturas causan muertes por estrés térmico y golpes de calor, especialmente en personas sensibles. Pero también producen agotamiento por falta de un descanso adecuado cuando se suceden noches en las que las temperaturas no bajan suficiente como para conciliar el sueño». Según su previsión, «a medio y largo plazo, los síncopes o las lipotimias por exceso de calor y la disminución en la capacidad de atención por un descanso inadecuado se traducirán en pérdida de productividad y más accidentes en los lugares de trabajo».

Este «in crescendo» térmico se constata con el hecho de que, el año pasado, solo hubo dos olas de frío. Una de ellas, que comenzó el 28 de febrero, fue la tercera más tardía de la serie histórica. Sin embargo, según el informe de la Aemet, los episodios de altas temperaturas fueron claramente predominantes. Hubo siete olas de calor (cuatro en el ámbito de la Península y Baleares y tres en Canarias) y dos episodios de altas temperaturas, muy anómalos por los registros alcanzados, en abril y en octubre. «El 12 de agosto, la estación meteorológica de Guía de Isora, en Tenerife, no bajó de 37,4 ºC. Se trata de la temperatura mínima más elevada en España desde que hay datos».

Además, a lo largo del año se registraron 44 récords de días cálidos. Lo esperable en un clima no alterado por las emisiones de gases de efecto invernadero habrían sido cinco récords. Se multiplicó por nueve esta cifra. «En cambio, no hubo ningún récord de días fríos. En la última década, por cada récord de día frío ha habido veintiocho récords de días cálidos», dicen desde Aemet.

El agua del mar bulle

Más datos: las olas de calor en España se están prolongando tres días por década, afectan cada vez a mayores extensiones (alrededor de tres provincias más cada diez años) y son también más intensas: su temperatura es, aproximadamente, 2,7 grados más alta por decenio. De igual modo, las aguas del mar circundantes a España batieron récords en 2023: por primera vez, desde al menos 1940, su temperatura media anual superó los 20 grados.

«Desde el punto de vista ambiental, los cambios en los patrones climáticos están afectando a la distribución de especies, lo que conlleva la difusión de distintos vectores transmisores de enfermedades a lugares donde no solían estar, tales como mosquitos y garrapatas que contagian virus hasta ahora poco frecuentes en nuestras latitudes», apunta el experto Vizcaíno.

Señala también que estos extremos afectan a los ritmos de la agricultura. «Hay sequías prolongadas, lluvias torrenciales, heladas fuera de temporada… y esto causa daños a la agricultura, reduciendo la productividad de los cultivos anuales y poniendo en riesgo la continuidad de árboles, como los frutales o el olivar, que necesitan décadas de cuidados para dar una producción adecuada».

Por ello, este ambientalista advierte de que «a pesar de que puntualmente podamos percibir que hay temporadas con más frío de lo normal, la tendencia durante las próximas décadas es a un aumento gradual: veranos cada vez más largos y cálidos. Si no tomamos medidas de mitigación y adaptación a esta situación los daños a la salud de las personas y a la economía de los sectores más expuestos serán cada vez mayores».

Por ello es importante adaptar la agricultura, tomar conciencia de la creciente escasez de agua potable y racionalizar tanto los usos del territorio como las infraestructuras y nuestra forma de vida para adaptadas a un clima que evoluciona mucho, más rápido de lo que se habría previsto, a escenarios de temperaturas medias 2 y 3 grados superiores a lo que solíamos recordar.