Elecciones catalanas: punto y aparte, punto y seguido o punto de inflexión

Elecciones catalanas: punto y aparte, punto y seguido o punto de inflexión

Con su desparpajo habitual, el Presidente del Gobierno español ha declarado oficialmente que «él solito» ha desactivado el procés. No contento con ello, ha asegurado a Puigdemont que en 15 días lo tiene amnistiado.

No sabemos si eso es una de las cosas del «punto y aparte» que nos prometió después de su retiro espiritual. O si lo tiene configurado como punto y seguido en esa deconstrucción constitucional a la que nos viene habituando. Aunque, desde Cataluña, sus correligionarios se esfuerzan en decir que todo lo que competa a la formación del futuro gobierno no va a ser más que un punto de inflexión que se decidirá «desde Cataluña».

La verdad es que es casi imposible hacer conjeturas cuando cada día aparece un «relato» nuevo que sustituye al anterior, salvo en lo que al objetivo de la «pacificación» y el concurso en la gobernabilidad de lo ingobernable se refiere. Porque si ayer se decía que todo se iba a decidir en Cataluña, hoy se afirma que será la Sra. Marta Rovira quien, desde Suiza, gestione las negociaciones de, en su caso, investidura del Sr. Illa. No hay como estar en el extranjero para erigirse en neoinstitución de facto, ya sea de una investidura nacional, cuando se acudió a Bélgica, a fotografiarse bajo la «santa urna» de Waterloo, o a Suiza para pergeñar los primeros pasos del, hasta ahora negado en público pero afirmado en privado, referéndum o consulta, bajo supervisión de verificadores, también «internacionales», o de una investidura regional. Todo sea para no caer en la tentación de hacer que las instituciones de jure, las legalmente previstas para hacer política y tomar decisiones, hagan uso de sus funciones. La ley, como siempre afirman desde los populismos y los nacionalismos, no puede constreñir a la política.

Así vamos avanzando en la construcción de un «relato» que pretende hacernos creer que con la política de pactos se ha «desactivado el procés». Lástima que el BOE ha santificado que la única lengua oficial en toda la enseñanza que se imparta en Cataluña va ser la catalana; lástima que en la sanidad, o en el comercio, o en la administración, o en la universidad, se creen comités para delatar a quienes hablen o pongan algo por escrito en español, señalándoles como desafectos a un régimen que todo lo invade. Lástima, también, que cada vez más empresas, o negocios, o inversiones, se alejen de Cataluña, empobreciéndola cada vez más, ajando su cultura plural y creando ciudadanos de primera y de segunda. Lástima, además, que el candidato Illa haya «comprado», entre otras ideas del secesionismo, la puesta en marcha de un Consejo Judicial Catalán que nombre jueces por su cuenta. Sólo le ha faltado decir «que sean de obediencia catalana».

Pero menos mal que nuestro Presidente del Gobierno, él solito, se ha cargado el procés a sus espaldas, adoptando el marco mental populista-nacionalista mutante a conveniencia.

Porque el procés no ha desaparecido, Sr. Presidente. El procés ha mutado, alentado por sus políticas. No se pretende la independencia de jure, sino la confederación de facto. Organizar la vida política, económica y social, como si ya fuéramos independientes, cercenando toda presencia de España en Cataluña. Y como no se sabe qué tipo de acuerdos o pactos van a generarse, desde Ginebra o desde Tombuctú, que ya todo puede ser posible, no nos queda más que esperar a los resultados de las elecciones europeas y a la aplicación, o no aplicación según vayan las cuestiones prejudiciales ante el Tribunal de Luxemburgo, de la amnistía exprés prometida a Puigdemont, para que nos caiga encima una lluvia fina o un tormentón. Porque el buen tiempo va a tener que esperar…..

Si nos atenemos a los resultados electorales, pueden aparecer distintas variables en el horizonte, numéricamente posibles, que no tienen más objeto que hacerlos un retrato de lo que hoy en día es la sociedad catalana (porque aventurar una investidura plausible se hace harto difícil). Por una parte, el secesionismo ha bajado en votos y escaños, lo que, en palabras del flamante Premio Princesa de Asturias, Michael Ignatieff, es siempre una buena noticia. Por otra parte, la novedad destacada es el importante despegue del Partido Popular, no sólo en Barcelona sino en prácticamente toda Cataluña, lo cual significa que esperamos una oposición que no se limite a tal nombre sino que despliegue acciones políticas que aumenten la influencia del constitucionalismo. Además, los resultados han generado problemas en distintos partidos que no han obtenido lo que deseaban, así como la desaparición o la irrupción de otros. Aunque no es posible entender los datos según ejes de izquierda/derecha, sino que debemos interpretarlos desde el eje constitucionalismo/deconstrucción institucional.

En tal sentido, continúa estando vigente la advertencia que, antes de las elecciones realizamos, Manifiesto mediante, quienes promovimos «un voto constitucionalista sin engaños». Porque, mientras los sedicentes socialistas continúen en la senda de la demolición por etapas del sistema que nos dimos en 1978, no podremos situarlos dentro del constitucionalismo.

No basta con hacer ver que se respeta la Constitución. Es necesario defenderla, actuar en el marco de sus principios y, si se precisa reformar alguna cosa, hacerlo siguiendo las previsiones que ella misma contiene al respecto. Hasta que eso no sea asumido por el actual partido socialista, hasta que no vuelva a la centralidad que tantos buenos réditos nos proporcionó, no podremos reencontrarlo como antaño, dentro del constitucionalismo que no hubiera tenido que abandonar.