En qué consiste la fiesta de la “alfombra de brasas” que se celebra en las Tierras Altas de Soria en la noche de San Juan

En qué consiste la fiesta de la “alfombra de brasas” que se celebra en las Tierras Altas de Soria en la noche de San Juan

Todo está listo y dispuesto en toda España para celebrar una de las noches más mágicas y esperadas del año: la de San Juan, una tradición cristiana que se lleva a cabo siempre en la víspera de la festividad cristiana que conmemora la llegada al mundo de San Juan Bautista, el santo que está junto al niño Jesús, su primo, y del que anunció su nacimiento.

Por eso se celebra seis meses antes de la Nochebuena, cuando los cristianos conmemoran el nacimiento de el Mesías.

Si bien, uno de los aspectos más típicos de esta fiesta nocturna son las hogueras, una tradición precristiana, y la llegada del solsticio de verano que trae, según dicen, la noche más corta y el día más largo del año en el hemisferio norte, donde se encuentra España.

Y son muchos los ritos que rodean a esta fiesta tanto en ciudades como en pueblos de la España del interior.

Entre ellos, en estas líneas queremos destacar a la celebración de la noche de San Juan que se celebra en la localidad soriana de San Pedro de Manrique, declarada de Interés Turístico Nacional, donde el ritual del paso del fuego atrae cada año a miles de turistas ávido por empaparse de una tradición ancestral muy arraigada en el municipio, y que tiene similitudes al paso del fuego de los Hirpi Sorani de la Italia Clásica o con los pueblos indoeuropeos del sur de la India.

Se trata del paso por la alfombra de fuego que se prepara, que se cruza en solitario o con alguien cargado a las espaldas, con los pies descalzos y, sobre todo, sin miedo y con decisión.

El recinto de Nuestra Señora de la Virgen de la Peña acoge cada noche de San Juan este espectáculo visual que pone la piel de gallina al más pintado de los mortales, y que siempre se coloca el cartel de no hay billetes. Un recinto que puede albergar a unas dos mil personas sentadas en el anfiteatro.

Los vecinos de este municipio de la comarca de las Tierras Altas, una de las más despobladas de Europa, arropados por visitantes llegados de todas las partes del mundo, viven con frenesí y muchos nervios estas fiestas con más proyección de la provincia de Soria, y que aspiras a convertirse de la mano de la Unesco de Patrimonio Inmaterial.

Desde 2005 cuentan con el sello de Bien de Interés Cultural (BIC) y desde 2008 como fiesta de interés turístico nacional, como patrimonio inmaterial de la Humanidad.

¿Y cómo es esta fiesta?

El ritual del paso del fuego comienza cuando el sol se oculta en San Pedro Manrique, momento en el que se queman mil kilos de leña de roble, en el anfiteatro de la ermita de la Virgen de la peña, para preparar el camino de brasas por el que transitarán en la medianoche los pasadores.

Mientras se va consumiendo en llamas la madera de roble, el público llega poco a poco a esta celebración que se ejecuta hacia poniente y que los expertos señalan como ritual iniciático para lograr la inmortalidad a través de la hoguera purificadora.

Pero es en la medianoche, con los graderíos repletos de público y la alfombra de fuego iluminando la escena, cuando llega el momento crucial que enciende al municipio.

Los pasadores sampedranos abren a esta hora su ritual, y tras dar tres vueltas a la lengua de fuego, al son de la música y descalzos, se concentran con mucha fe para encarar un año más este reto y empezar el paso del fuego portando a las tres móndidas, tres jóvenes del pueblo, antaño las mozas casaderas, protagonistas de las fiestas de San Juan y que, ataviadas con vestido blanco y un extraño cesto en la cabeza con flores de pan y largas varitas de harina y azafrán, rememoran el tributo de las Cien Doncellas tras la derrota musulmana en la cercana Clavijo.

Cuenta la tradición que el fuego solo lo pasan los hijos del pueblo, y no porque se impida probar suerte a los de fuera, sino porque nunca abundan los voluntarios y, además, según se dice en el pueblo “los forasteros se queman”.

Tampoco hay que olvidar a los artesanos de las brasas que se preparan a la hora de conseguir una alfombra inigualable y compacta, que simula a una pila funeraria de los celtas.

Una fiesta purificadora en la que los pasadores pisan la arena y bailan a su alrededor para enraizarse con la madre tierra antes de lanzarse a cruzar la alfombra y comprobar el estado de unas ascuas ardientes.

Lo hacen a través de unos pasos cortos pero firmes y convencidos, que tienen como reto eliminar el oxígeno y quemarse lo menos posible. Antes, impregnan sus pies con arena fresca para reducir un poco más si cabe el daño, aunque la mayoría de ellos, si les preguntas, niegan que se hayan quemado los pies. Como manda la tradición.