Este es el verdadero origen de la fiesta del corpus en Valencia

Este es el verdadero origen de la fiesta del corpus en Valencia

La fiesta de Corpus Christi es una de las más populares de todas las que celebra la Iglesia Católica a lo largo del Año Litúrgico, por su pompa y solemnidad, además de por la participación popular en la procesión en la que es portado el Santísimo bajo palio, cortejo en el que suelen intervenir músicas y ancestrales danzas. En el origen de su institución, entre las causas, está un milagro eucarístico ocurrido en España.

La de Corpus es una procesión de Contrarreforma en la que desde hace casi siete siglos se reafirma la presencia real de Jesús en la sencillez del pan y el vino, vere, realiter et substantialiter, -verdadera, real y substancialmente- instituida en 1264 por el Papa Urbano IV mediante la Bula Transiturus de hoc mundo.

El origen de la fiesta de Corpus en la Iglesia Universal, en todo el mundo, sigue sin contarse bien en cuanto a uno de los motivos que llevaron a este Pontífice a a declararla de precepto obligatorio. Al haberse escrito la historia del Corpus desde el centro de Europa, se ha ignorado desde sus primeros relatos –todos han seguido copiando la misma falta de rigor, sin mayor investigación- , que una de las causas que movieron a Urbano IV a instituir la fiesta de Corpus Christi fue un milagro eucarístico ocurrido en España, concretamente en el pueblo valenciano de Llutxent, en 1239.

Tropas cristianas, aragonesas, de la campaña de Reconquista del Reino Moro de Valencia por Jaime I fueron atacadas por el enemigo en LLutxent cuando tenían sitiado su castillo, en el momento en que asistían a Misa, escondiendo el capellán las Sagradas Formas para la Comunión, que luego de resuelta la batalla y con victoria cristiana, aparecieron ensangrentadas. Éstas con los corporales son conservadas en la Iglesia Basílica Colegiata de Daroca desde entonces, al ser llevadas hasta allí, como reliquias y trofeo de guerra, por los tercios de Daroca y Zaragoza y Teruel, que eran el grueso de las tropas bajo las órdenes del monarca aragonesa en la campaña de Valencia.

En Llutxent, para conmemorar el Milagro fue alzado un convento que habitaron los Dominicos hasta su expulsión cuando la Desamortización. El monasterio es hoy propiedad de la Diputación Provincial de Valencia, que lo ha venido manteniendo y restaurando con talleres ocupacionales y de formación. Todos los años, el 23 de febrero, se rememora la efeméride del milagro.

El pontificado de Urbano IV (1261-1264) no se desarrolló en Roma, sino en la región italiana situada entre Viterbo, Orvieto y Perugia, a causa de la guerra entre güelfos y gibelinos que amenazaban la integridad del Pontífice y de su corte papal. En 1263 aconteció en Orvieto un milagro eucarístico. Un sacerdote, que dudaba de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, peregrinaba de Praga a Roma y ofició Misa en la iglesia de santa Cristina de dicha ciudad. Cuenta la tradición que teniendo la hostia en sus manos comenzó a sangrar y a fraccionarse en trozos de carne viva, llenándose el cáliz de sangre y desbordándose por todo el altar. El Papa ordenó al Obispo de Bolsena recoger las Sagradas Formas y los Corporales con el objeto de instruir un proceso y verificar la autenticidad o no del milagro.

Este hecho, unido a que con anterioridad, el Papa había recibido, acompañados por Fray Tomás de Aquino, a dos legados enviados por el Consejo y Cabildo de Daroca para informar al Papa del Miracle de Llutxent, de lo que quedó muy impresionado, hizo que Urbano IV se decidiera por instituir la fiesta de Corpus Christi mediante la Bula Transiturus de hoc mundo.

La Bula defiende el sacramento de la Eucaristía frente a la relajación de los fieles y los ataques heréticos vertidos contra el misterio de la transustanciación e insta a celebrar de una manera jubilosa este misterio, que, por recordarse su institución en la Missa in Coena Domini del Jueves Santo puede pasar desapercibido en los actos litúrgicos, hecho por lo que instaba a la a celebrar públicamente con todo esplendor la fiesta de Corpus Christi, con cantos e himnos de alabanza brotados del amor a la Eucaristía.

No fue llevada a la práctica de inmediato, al fallecer el papa Urbano IV. Le sucedió Clemente V (1305-1314), quien ratificó la Bula de Urbano IV y ordenó la celebración del Corpus, confiriéndole categoría litúrgica de día de precepto.

La Corte Pontificia organizó la primera procesión del Corpus en Avignon (Francia), cuando tenía allí su sede, en 1314. Juan XXII (1316-1334) confirmó las decretales de su antecesor y la Bula, lo que hizo que la fiesta del Corpus se extendiera rápidamente por Alemania, Francia, Italia y España. Dispuso también se celebrara la octava del Corpus –otra fiesta similar, aunque menor– y “con mandamiento espreso de que se llevase el Santisimo Sacramento en procesión pública y solemne por dentro o fuera de los templos”. impulsó las procesiones de Corpus por las calles, exhibiendo la Sagrada Hostia, invitando y mandando que las autoridades y fuerzas vivas de las ciudades y pueblos participaran en ellas. Distintos Papas otorgaron indulgencias a quienes asistieran a ellas.

A mediados del siglo XVI, con el Concilio de Trento las procesiones, especialmente las de Corpus, se consolidarían y potenciarían, pues constituían vehículos de suma importancia, tanto en su vertiente catequética, como en la comunicadora, ya que visualizaban y enseñaban los dogmas y creencias frente a los reformadores protestantes, seguidores de Lutero, contrarios a este tipo de manifestaciones. Entendían los organizadores que las procesiones servían de escaparate para la difusión y exaltación de los dogmas y ayudaban a despertar la devoción en quienes las contemplaban.

La Reforma Protestante es contraria a la alegría festiva y social de las grandes celebraciones y conmemoraciones, mientras que para la mentalidad católica se trata de recuperar el homo ludens, festivo y gozoso, destinatario de la promesa de salvación hecha por Jesús.