Extrema histeria

Extrema histeria

Los buenos resultados en Alemania de la extrema derecha y de una nueva izquierda que no casa bien con los postulados del neolenguaje dominante («emigración circular» y esas consignas infantiloides) ha puesto a los apóstoles de la corrección de todo signo en modo pasmo, como si Hitler fuera a tomar el parlamento en unos minutos y Taylor Swift fuera una nueva Lili Marleen. Tachan de populistas a estos partidos, pero ellos actúan de la misma manera: explican fácilmente cuestiones complicadas. Cuando el poder cambia de manos, apenas ningún analista se pone en la piel de los votantes. Los alemanes que le hicieron un corte de mangas a los partidos que se reparten el pisto en los landers padecen o perciben problemas a los que no dan solución y de los que no se quiere hablar. Entonces, en lugar de dar respuesta a preguntas con las que se desayuna un mortal y masculla cuando va en el Metro, se concluye que esos ciudadanos pasan de ser hombres y mujeres de bien que eligen lo que quiere la Internacional Idiota a gente extraña, tal vez poseída por algún ángel del mal o por dioses wagnerianos que les susurran al oído barbaridades sobre los judíos y los que no son rubios o no proceden directamente de la mitología nórdica.

El buenismo y altanería con el que se explica el asunto migratorio es sólo una prueba, y tal vez no la más importante. Desde las alturas, unos señores que viven bien, o unos pseudointelectuales con gesto de oler estiércol, les piden que ellos vivan peor para salvar al planeta, que es muy guay ponerse el apellido verde, sobre todo en Alemania, y que paguen una guerra que ni les va ni les viene. Aquí es donde se juntan la izquierda radical de hoy en día con el capitalismo salvaje. Comparten eslóganes, coches eléctricos, proyectos ecológicos y una mirada compasiva hacia el que viene de fuera y olvidan lo jodido que está el que al final introduce la papeleta en la urna. Tal vez todo eso, aunque uno esté muy convencido de que es lo correcto, merece una pensada porque puede parir ideas antagonistas. La alerta antifascista no funciona.

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