Final de verano con oropéndolas y escritoras

Final de verano con oropéndolas y escritoras

Fieles a un rito que se repite cada año por estas fechas, han vuelto —para comerse los higos de casa— las doradas oropéndolas. Y esta vez lo han hecho con un libro bajo el brazo (bueno, el ala). Es el precioso El secreto de la oropéndola, un compendio de 47 poemas con aves de Emily Dickinson que ha publicado Nórdica en versión bilingüe (traducción del inglés de Abraham Gragera). El volumen cuenta con ilustraciones a toda página de Ester García muy evocadoras del mundo sublimemente íntimo, melancólico, espiritual y tan lírico de la gran poetisa estadounidense, una clara predecesora en su sensibilidad ante la naturaleza —tuvo una privilegiada educación para la época en ciencias naturales y sabía mucho de botánica, y de estrellas— de autoras de las que soy devoto como Annie Dillard o Mary Oliver, que se escapaba al bosque como hago yo, era gran fan de las lechuzas y escribió: “Cuánta esperanza depositamos en aquellos días de verano, bajo las nubes limpias, blancas, apresuradas, ¡ay ayer, el ayer!”.

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