Gastronomía

Gastronomía

Preciosísimo y con todo el encanto es el pueblo de Deià, que ya por sí solo es de visita obligada en la isla. Pero si, además, desea conocer la propuesta de El Olivo o es un huésped más de La Residencia, Belmond Hotel, el motivo para coger un avión es triple. Se encuentra en una antigua prensa de aceitunas del siglo XVII y está situado en plena Sierra de Tramuntana, de ahí la paz que envuelve al visitante según se adentra en semejante enclave protegido por las montañas de la costa del noroeste de la isla. El hotel ha sido reconocido con dos llaves Michelin y lo suyo es perderse entre los frondosos jardines y por los olivos y los árboles cítricos antes de probar las recetas de Pablo Aranda, quien idea un menú en el que el comensal degusta Mallorca: «La intención es que los huéspedes saboreen nuestro entorno, nuestro ADN», explica el chef, quien confirma que está a la espera de la llampuga, uno de los pescados más preciados de la gastronomía local: «Cuando posee un tamaño pequeño nada por el Mediterráneo y luego se va a las aguas del Caribe, donde se denomina dorado. Su temporada es corta, lo mismo que la de la langosta y el raor, de ahí que sean pescados tan valorados», prosigue el autor de un sublime escabeche que forma parte del menú Mayurqa (210 euros. El maridaje de vinos, 130), lo mismo que el tomate de ramallet marinado, la langosta con parmentier de patata, huevo y sobrasada y el salpicón de gamba de Sóller con pepino y manzana, entre otros platos. Por su parte, el precio del Deyá es de 155 (los vinos, 90). Almunia y Suq son las propuestas vegetarianas.

Chiringuito propio

Para disfrutar de un riquísimo arroz con los suyos reserve en Ses Oliveres, en el mismo Puerto de Sóller, con unas alucinantes vistas a la bahía. Incluso le gusta porque puede escoger la pieza de pescado, recién capturado, y de marisco, que se exhiben en el mostrador, para acompañar a una ensaladilla con tartar de atún y camarones crujientes.

En una ubicación muy diferente, cerca de Palma, en el polígono de Can Valero, nos recomienda Morralla, el proyecto de Enrique Erazo y Emanuel Paggi, donde pedir una de croquetas, otra de callos de bacalao y unas empanadillas criollas antes de que tome la mesa «la negra» de calamar y sepia. Preguntado por su refugio durante estos meses de masificación turística, devela ese secreto que pocas veces le gusta confesar: acude a la playa del Delta, en Llucmajor, un lugar poco conocido y maravilloso por sus piscinas naturales, el mismo de donde se obtuvieron las piedras para construir la muralla de Palma y la catedral. ¿Su sueño? Tener su propio chiringuito, a pesar de que en la isla los hay contados a causa de la ley de costas. Al preguntarle por uno, nombra Olimpia. Para conocerlo, deben dirigirse al norte de la isla, a Can Picafort. No lo duden, porque el espacio conserva toda la esencia y en él merece la pena disfrutar de unos calamares, de los boquerones en vinagre y de una ensaladilla con un vino de Jerez en la misma arena de la playa. Y si aquí las mesas y las sillas son de plástico, de las de toda la vida, a pocos metros se encuentra otro más actual: La Ponderosa, en la playa de Muro. ¿Qué pedir? El ceviche de lubina, el pescado del día al horno y la ensalada de kale y algas en una de las mejores playas de Europa, según los Traveler’s Choice Awards.

Dónde:

C/ Carrer Son Canals. Deià. Mallorca.

Precio de los menús: 210 y 155 euros sin vinos.

971 63 90 11.

belmond.com

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