Grazalema mon amour

Grazalema mon amour

Dicen, y con razón, que de un viaje lo mejor es pensarlo, prepararlo, e ir teniendo una visión mental del futuro recorrido, de los principales puntos de parada y contemplación…

Eso me ha pasado a mí con Grazalema, un espacio natural formidable en la provincia de Cádiz, a 812 metros de altura, admirado por dos razones principales. La primera, por ser polo de las precipitaciones en España, nieve y agua, por encima de los 2.000 litros/m2 anuales. Sí, sí, más que Santiago de Compostela, con años en que hasta se alcanzan los 4.000.

Es la Andalucía más alpina, cubierta de encinares, alcornocales, y bosques de otras especies. Entre ellas, precisamente la segunda razón de que Grazalema sea tan conocida: su Sierra de “abies pinsapus”, o abeto español. Una conífera espléndida, que puede alcanzar más de 30 metros de altura, recuérdense los ejemplares que hay delante del Palacio de La Granja de San Ildefonso. Especie que se da también en la vecina Ronda (Sierra de las Nieves), y que vive igualmente al otro lado del Mar de Alborán, en el Rif, en los hermosos bosques de Ketama; tantos años explotados en el protectorado español para traviesas de Renfe.

Hicimos el viaje desde Sevilla, pasando por Cabezas de San Juan, el lugar donde Riego se alzó contra Fernando VII, promoviendo la vigencia por tres años, de la Constitución de Cádiz de 1812. Luego pasamos por Arcos de la Frontera, una hermosa ciudad con jardines y parques sensacionales, castillo y palacios, y donde la estrechez de algunas calles pone a prueba a algunos conductores.

Y luego de seguido, por la carretera 372, a Grazalema y Ronda. No se lo pierdan: cincuenta kilómetros de belleza natural espléndida que merecen estar en el repertorio de cualquier amante de la naturaleza. Para mí, lo que fue un sueño desde hace muchos años se vio finalmente realizado.

Muchas gracias Christian, José Luis, Lorenzo, Navasqués y Gabilondo, compañeros de un viaje inolvidable a la hermosura de Grazalema.

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