Guerras y radicalización política

Guerras y radicalización política

No es fácil evadirse de la preocupación mundial generada por la evolución de las dos guerras activas actualmente. Una de ellas en Ucrania, que parece avanzar imparable, camino ya de su tercer año de duración, comenzada el 24 de febrero de 2022. Y la otra en Oriente Próximo, con Israel combatiendo simultáneamente en tres frentes abiertos sucesivamente en Gaza, Líbano y Yemen que el lunes próximo cumplirá un año de su comienzo. Fue un brutal ataque terrorista de la organización islámica Hamás el que desencadenó la actual tragedia que ha desembocado en una derrota absoluta de la misma a la que se ha sumado su homónima Hizbulá en el Líbano y que de momento está padeciendo también el mayor golpe recibido en sus ya décadas de mortífera existencia. Los Hutíes islamistas del Yemen, cierran de momento ese trágico itinerario bélico que tampoco augura un próximo final negociado. Si en el plano internacional, el escenario resulta preocupante a unos niveles no conocidos desde el final de la «guerra fría», mirar hacia más cerca de nuestras fronteras no aporta tampoco motivos fundados de tranquilidad. La radicalización de las sociedades en bloques enfrentados se extiende como una plaga por los países de la UE, siendo Austria el último en incorporarse a la lista, con el triunfo por vez primera en unas elecciones generales de la «ultraderecha», como suelen calificar a esas formaciones políticas, el común de los medios. No deja de ser llamativo que la «ultraderecha» no se vea correspondida de similar manera en el arco político, ya que al parecer no existe «ultraizquierda» en ninguna parte. Considerar a esas formaciones comunistas y populistas como «progresistas», como sucede en España con Sánchez al frente de un gobierno integrado por formaciones presuntamente alejadas de cualquier radicalidad izquierdista extrema, trae consecuencias con sus devastadoras políticas. El principio de «acción- reacción» de la física se aplica también en la sociología política con especial impacto –entre otras– por sus erróneas políticas migratorias y sus efectos en el incremento de la inseguridad en nuestras calles. Últimamente, las elecciones europeas, las generales en Francia, y ahora en Austria, se suman a las ya producidas en diversos comicios en Países Bajos, Bélgica, Alemania, Suecia, Finlandia, Hungría, etc, con el común denominador de esa polarización social y política. De momento no existen graves conflictos civiles, pero la semilla ya está sembrada y es cuestión de tiempo que dé sus frutos si no se pone remedio a esta deriva ideológica radical. EEUU no es una excepción a esta norma general, y ya se habla incluso de riesgo de confrontación civil según cuál sea el resultado electoral el 5 de noviembre.

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