Hágase justicia y húndase el mundo

Hágase justicia y húndase el mundo

La conocida sentencia latina, fiat iustitia et pereat mundus, cuyos orígenes e historia pueden reconstruirse acudiendo a cualquier enciclopedia, tiene dos sentidos reconocidos por la misma historia de su transmisión y recepción. El primero, el que podríamos calificar de original, la entiende de este modo: “Hágase justicia, aunque perezca el mundo”. Su variante sería: “Aunque perezca este mundo presente, debe hacerse justicia, porque con la justicia emergerá un mundo mejor (más justo)”. El segundo, que atribuiremos aquí al uso que hace de ella Hannah Arendt en su ensayo Verdad y política, cambiando significativamente la palabra “justicia” por la palabra “verdad”, viene a decir que “hacer justicia a toda costa puede implicar que se hunda el mundo”. Y se entiende: no para que emerja un mundo “más justo”, sino simplemente para que prevalga lo justo o la “justicia” a pesar de los costes para el “mundo”. Si entrecomillo las palabras “justicia” y “mundo” es para dejar claro que una discusión afinada sobre el tipo de problemas que plantean esta sentencia y sus dos interpretaciones fundamentales exige también tener claro qué cosa entendemos por justicia y qué otra cosa entendemos por mundo. La importancia de aclarar eso radica en la posibilidad de comprender la frase latina enfrentando dos afirmaciones contradictorias: una que dice que “sólo con justicia puede haber mundo”, y otra que afirma que “de nada sirve la justicia si esta lo que hace es estropear (o hundir) el mundo”.

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