Ignorados portentos

Ignorados portentos

Uno de los rasgos más persistentes del carácter español es la fastidiosa costumbre de flagelarnos. Ya lo dice el poema de Joaquín Bartrina: “Si alaba a Inglaterra, será inglés; si habla mal de Prusia, es un francés, y si habla mal de España, es español”. Bueno, pues desde 1881, que fue cuando se publicó este texto, no hemos mejorado ni una miajita. Aún peor: me temo que esta manía nacional (que para mí se basa en un sentido del ridículo exacerbado, que a su vez se asienta en un complejo de inferioridad que nos hace decir: antes de que me critique alguien, yo mismo me pongo a caldo) se la hemos pasado a los otros países de la lengua, que también son tendentes a atizarse en demasía. Todo se pega menos la hermosura, como decía mi abuela.

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