Isabel Preysler: su vida privada en el escaparate público

Isabel Preysler: su vida privada en el escaparate público

Durante años poco o nada se sabía de la vida íntima de Isabel Preysler más allá de sus salidas comerciales y promocionales. De un tiempo a esta parte la agenda de la socialité ha variado. El punto de inflexión como cuento en la actualización de «Reina de Corazones» (Ediciones B) es la ruptura abrupta con el literato Mario Vargas Llosa. El día que el Nobel decidió dar por terminada una historia que comenzó con pasión y visibilidad y dejar atrás la mansión de Puerta de Hierro inició otra agenda personal para la exnovia. Su red social abierta para publicitar unas cremas que no tuvieron éxito es ahora el escaparate para esa nueva vida de mujer «single». Como ella misma decía cuando se acabaron los ocho años de convivencia con el Nobel: «Siempre he estado casada y es la primera vez que hago vida de soltera». Y efectivamente así ha sido desde que se casó primero con Julio Iglesias, después con el marqués de Griñón al que sustituyó por Miguel Boyer para acabar con Vargas Llosa con el que no hubo boda, pero si convivencia larga y salpicada de titulares. Imaginarla sin un hombre a su lado en la versión marido o novio es tan difícil de ver como a Isabel Pantoja sin satélites aprovechados cerca.

En esta agenda nueva sin pareja amorosa y sin pretendientes oficiosos y ni oficiales Isabel Preysler ha retomado una vida de salidas y entradas con matrimonios que frecuentaba en su etapa de Boyer como son los Amusategui, Arenas o Pan de Soraluce. Y por supuesto las amigas que lo son de siempre y con las que se reúnen en el Qüenco de Pepa, el restaurante de Pepa Muñoz.

Por cierto, este local, el Qüenco, es una especie de sede social para Carmen Martínez-Bordiú. Cuando viaja a Madrid desde su retiro en Portugal reúne a su grupo donde no faltan las hermanas Cary y Miriam Lapique, Marisa de Borbón, Blanca Carrillo de Albornoz, Tita Torradabella y Preysler, la protagonista de esta historia. Ahora esas salidas que antes eran, si no secretas, sí silenciosas, las anuncia en su Instagram ante la alegría de las agencias de prensa y los paparazzi que ya no tienen que hacer guardias a las puertas de su domicilio de Puerta de Hierro.

Durante la etapa de Vargas Llosa, Isabel faltaba a esas citas festivas. La razón eran los muchos viajes que el escritor hacía para dar conferencias y recibir homenajes. La novia llegó a decir en esa época de vino y rosas que siempre estaba haciendo y deshaciendo maletas. Al margen de estos desplazamientos «profesionales», la pareja también tuvo sus escapadas a Filipinas y en Moustique. Esta isla caribeña fue uno de los primeros lugares donde vivieron una «luna de miel», cuando aún pensábamos que el Nobel se convertiría en su cuarto marido. Un reportaje en el álbum familiar como así denomina Tamara Falcó a la revista «¡Hola!». En ese lugar se casaría tiempo después Ana Boyer con Fernando Verdasco. Mario Vargas Llosa se convirtió en uno de los principales protagonistas del enlace exclusivo. No hay que olvidar que el escritor participó muy gustosamente en muchas de las portadas de la mencionada revista, en calidad de compañero sentimental de la «Reina de Corazones». O también en algunas inauguraciones importantes como fue la apertura de la tienda de Porcelanosa en Nueva York.

Meriendas sin cine

Llosa era feliz con esta proyección mediática tan desconocida para él, pero no estaba exento de críticas. Su círculo de conocidos del mundo intelectual no daba crédito y llegaron a criticar esas apariciones que calificaban de frívolas. En aquellos años la pasión estaba por encima de cualquier comentario y no le afectaban las críticas. Como confesó cuando celebró su ochenta cumpleaños en el hotel Villamagna en una cena homenaje organizada por sus amistades, «la palabra felicidad tiene nombre y apellido: Isabel Preysler», dijo entonces sin dejar de mirarla. Esa noche fue también la presentación oficial de la socialicé que acudió vestida de blanco. Hubo quien quiso comparar su atuendo con el de una novia. Una boda que nunca llegaría a celebrase. La relación no terminó bien y fue la primera vez que Isabel cambio de estrategia y criticó al que había sido su pareja durante ocho años. Filtró informaciones sobre la causa de esos desencuentros definitivos que no eran otros que los celos. Un defecto, que según los que conocen al escritor, no se encuentra en su agenda emocional. En el Hormiguero, el nuevo altavoz familiar, llegó a decir a Pablo Motos que no le había dolido nada su ruptura y que ya había cambiado de libro.

Esta nueva Isabel también ha retomado alguno de sus antiguos hábitos como son las meriendas de los viernes en la casa de Puerta de Hierro. Con Mario terminaban con una sesión de cine y ahora, todo se cierra con la charleta y chimpún. Por ahora, sus escapadas internacionales las hace solamente a Miami principalmente para estar con sus nietos, los dos hijos de Chabeli y los tres de Enrique y Anna Kurnikova, los gemelos Lucy y Nicolás y Mary, la menor de la familia. Ya sea con sus amigas por Salamanca o Chambberí, en casa o Miami, Preysler no tiene complejos en dejarse ver y que la vean.