James Lee Byars tenía 23 años cuando presentó su proyecto de fin de carrera en la Facultad de Artes de Detroit: desmontó las puertas y ventanas la casa familiar, la vació de muebles y la llenó de grandes esferas de piedra pulida. La exposición (¡y la casa!) se abría a cualquiera y duró solo un día. Más tarde, para su primera individual en un museo, viajó hasta Nueva York y se plantó en el mostrador de recepción del MoMA. Acabó convenciendo a una de sus conservadoras para que le dejase colgar sus obras en el único hueco disponible: la escalera de emergencia. Aquello duró menos aún, solo una tarde, pero le bastó para apalabrar compradores para todas las piezas y se pasó la noche recorriendo Manhattan para entregarlas a domicilio.