JD Vance

JD Vance

James David Vance será el candidato a la vicepresidencia de Donald Trump. La personalidad y la ideología de este político poseen muchas aristas de las que no podemos ocuparnos en una sola columna, pero sí hay una de ellas, referida a sus planteamientos económicos, sobre la que querría reflexionar. Vance deplora el rol que desempeña el dólar como moneda de reserva internacional, dado que considera que tiende a sobre apreciar su valor frente a otras divisas: en este sentido, Vance es partidario de un dólar «débil» que facilite reindustrializar EEUU. Pero, ¿por qué un dólar débil, que no actuara como moneda de reserva global, permitiría reindustrializar EEUU? El sentido más elemental en el que cabe pensar que esto es así es que un dólar caro dificulta la capacidad exportadora de los EEUU y fomenta su apetito importador, de tal manera que cada vez se produce más fuera del país y menos dentro.

En palabras de Vance: «Devaluar es una palabra que da miedo, pero también significa que las exportaciones de EEUU se vuelven más baratas y eso es importante. Si quieres que el sector manufacturero de EEUU emplee a mucha gente, hay que facilitar la exportación y no sólo la importación». Sin embargo, hay otra razón, más indirecta, por la que un dólar que actúa como moneda de reserva global puede descapitalizar EEUU: la fuerte demanda global de dólares rebaja el coste de financiación de EEUU, lo que conduce a un incremento de su endeudamiento (público y privado) con el resto del mundo, ya sea para invertir en el resto del mundo (trasladando el capital productivo desde dentro de EEUU al resto del planeta) o para consumir a costa del resto del mundo (aumentando sus importaciones sustitutivas de la producción interna). Es decir, que el privilegio exorbitante –en palabras de De Gaulle– de que el dólar sea la moneda de reserva global puede resultar ventajoso para ciertos agentes dentro de EEUU (por ejemplo, su clase política, que puede sobre endeudarse a bajos tipos de interés), pero no tiene por qué serlo para parte de los trabajadores estadounidenses (que pierden sus empleos o ven reducidos sus salarios por la menor inversión interna). El problema de fondo, empero, es otro: convertir los pasivos de un Estado en la moneda de reserva de todo el mundo.

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