Julio Zarco: «Estoy feliz de dirigir un hospital que lleva el humanismo en su ADN»

Julio Zarco: «Estoy feliz de dirigir un hospital que lleva el humanismo en su ADN»

Pronunciar el nombre de Julio Zarco es aludir a una de las referencias sanitarias de nuestro país. Expresidente de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria, su labor clínica siempre ha ido de la mano de la vocación docente universitaria como profesor de Psiquiatría y Psicología Médica. Profundo defensor del humanismo en la sanidad, preside la Fundación Humans y actualmente es director gerente del Hospital Universitario Niño Jesús de Madrid. A su exitosa faceta profesional y a su vida familiar le suma el tiempo necesario para su otra gran pasión: escribir. Su último libro «Ha merecido la pena vivir», toma el hilo narrativo de Etty Hillesum –una joven judía que escribió un emocionante diario antes y durante su cautiverio en Auschwitz, donde murió– para crear una obra tan potente como trascendental, de esas que revuelven y dejan huella en el alma.

¿Cómo llega Etty Hillesum a su vida?

En un momento muy delicado, marcado por mucha inestabilidad, dolor y cierta desesperación, los diarios que Etty escribió me encontraron a mí en una librería. El tomo se estaba cayendo y al colocarlo me interesé. A raíz de ahí empecé a leer mucho sobre ella y me empapé de su vida, hasta el punto de que soñé que yo escribía el diario que falta por aparecer de su obra. Fue revelador.

¿Una señal que marcó su destino?

Las cosas suceden por algo. El mensaje de Etty y su capacidad de buscar la belleza y la trascendencia entre el dolor y el horror más absoluto resultan más actuales que nunca. Mi vida profesional convive con el dolor, por eso me siento agradecido de que Etty me haya elegido a mí, que es como yo lo veo.

¿La literatura es terapéutica?

Sin duda. Tanto la lectura como la escritura lo son, tanto como distracción como desde un punto de vista psicológico. Yo escribo por necesidad, porque sirve para ordenar tu mundo interno. Pero la enfermedad siempre necesita una narrativa, porque cuando cuentas lo que ocurre, la interiorizas y la asumes.

¿Poner palabras al dolor sana?

Sí. Cuando uno cuenta y narra su dolor es capaz de sacarlo fuera y proyectarlo con cierta distancia. Eso es sanador. El dolor forma parte de la existencia, pero el sufrimiento es opcional. El ser humano sufre más por lo que imagina que por lo que sucede. Son las trampas de la mente y ahí entra el estoicismo.

La vorágine del día a día tampoco pone fácil poder encontrarse a uno mismo…

Etty logra su crecimiento personal en medio del horror gracias a un autoconocimiento desgarrador. Cuando uno quiere ser auténtico debe aceptar sus luces y sus sombras, analizarse, saber quién es y para qué está aquí. Para ello hace falta abstraerse del ruido y controlar la mente para que los pensamientos y el dolor no se apoderen de ti, porque entonces serán ellos los que rijan tu vida.

¿Qué lección personal saca de este viaje tan intenso que ha hecho con Etty?

Se ha convertido en mi terapeuta. Ha sido una maestra y realmente me ha guiado y me ha ayudado muchísimo a conocerme mejor. Y a entender que sí se puede salir de cualquier circunstancia y que la existencia es bella, muy bella, que está plagada de pequeños milagros constantes, aunque a veces son tan pequeños que pasan casi desapercibidos.

En definitiva, como dice el título de su libro, que merece la pena vivir…

Absolutamente. La vida siempre está bullendo y trasciende, por supuesto, a pesar del horror, de la violencia, del dolor… En aquel escenario Etty encontró la dimensión de la trascendencia del ser humano, el valor de la espiritualidad, algo esencial cuando nos enfrentamos a una enfermedad.

En la práctica clínica vemos la dualidad de optar por la eutanasia o por los cuidados paliativos, ¿con qué se queda?

Defiendo la libertad del individuo para la toma de decisiones cuando tu vida está comprometida. Pero creo que debería trabajarse más la trascendencia. Para ser un buen sanitario, primero se tiene que ser buena persona y eso se logra con el autoconocimiento.

¿Falta más humanismo en la sanidad?

Sí, y ahora más que nunca, con la «invasión» de las máquinas, la IA, el metaverso… El respeto, la tolerancia y los principios de cada persona son esenciales. Cuando alguien fallece en el hospital, te das cuenta de que lo último que busca es la mirada y el contacto físico porque somos seres emocionales.

Y eso es más importante, si cabe, en un hospital pediátrico como el Niño Jesús…

Sí. Estoy feliz de formar parte y dirigir un hospital que lleva los principios del humanismo en su ADN. Lo hacen desde siempre, y lo hacen todos los compañeros. No hay otro modo de trabajar con los niños y sus familias. Eso te reconcilia con la profesión.

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