No hay nada más delicado en una democracia que presumir objetivos políticos a la administración de justicia. O presumir que se pretenda salvar a los españoles de sí mismos, es decir, de las leyes que promueven aquellos a quienes votaron libremente en las urnas. Cualquier cautela es poca cuando se maneja algo tan consustancial al Estado de derecho como la separación de poderes. Evitar juicios de intenciones obliga a focalizar la atención exclusivamente en los hechos y en las palabras que los magistrados utilizan en sus sentencias y autos.
Justicia creativa
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