Koeman o el entrenador que creía hablar con adultos

Koeman o el entrenador que creía hablar con adultos

La España de Luis de la Fuente es la selección, entre las cuatro semifinalistas de la Eurocopa, que mejor juega o, más precisamente, la única que practica un fútbol potable. Francia e Inglaterra, por el contrario, basan su candidatura al título en el pedigrí de sus futbolistas a pesar de que Didier Deschamps y Gareth Southgate erigen en cada partido un monumento al feísmo. ¿Y Países Bajos? La vieja Holanda, madre que parió a la modernidad balompédica en el magín de Rinus Michels y con los pies de Johan Cruyff, completa el póker a la chita callando y con total solvencia.

Los neerlandeses aventajan en frescura a todos sus rivales, ya que han sido los únicos en plantarse en la penúltima ronda sin disputar una sola prórroga. Terceros de su grupo, transitan por la parte más despejada del cuadro a la imagen de Portugal en 2016 y tienen en Ronald Koeman a un líder experto y ganador. El único gran título de los Oranje, tantas veces derrotados en los partidos decisivos, fue en la pasada Eurocopa alemana, la de 1988, cuando el hoy seleccionador equilibraba desde la posición de líbero la exuberancia atacante de Gullit, Van Basten y compañía. Como entrenador, a «Tintín» lo minusvaloramos en España porque ni es simpático ni considera que el oficio de colocar a once futbolistas sobre una hectárea y media de hierba conlleve un máster en petulancia u obligue a una permanente exhibición de retórica cursi.

Ronald Koeman, tanto en Valencia como en Barcelona, dirigió a plantillas de entreguerras con mucha dignidad. Ganó una Copa con los levantinos, que no volvieron a tocar pelo hasta un decenio más tarde, y recogió el testigo de Ernesto Valverde en el Barça, donde fue el mejor padrino para Ansu Fati y dio una alternativa precocísima a Gavi o Pedri. Hace diecinueve meses, en Qatar, pretendíamos ser campeones del mundo con esa tropilla modelada por su desacomplejada confianza en los jóvenes. Lo penalizó, en la realidad paralela de la Cataluña hodierna, proclamar verdades tan evidentes como aquel «esto es lo que hay» que admitía su inferioridad frente al Real Madrid. En una sociedad infantilizada hasta el ridículo y con un presidente «Peter Pan» Laporta, hablar como si los escuchantes fuesen adultos es un pecado mortal. Cuidado con los Países Bajos porque tienen a un pedazo de entrenador.

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