La agenda secreta de Máximo Huerta: Monet, tapeo, París, cava de Requena y no pensar en nada

La agenda secreta de Máximo Huerta: Monet, tapeo, París, cava de Requena y no pensar en nada

En la vida de Máximo Huerta (Utiel, 1971) realidad y ficción se entrelazan, de manera que no se priva de nada. Si algo no puede ser, la imaginación se lo compensa con creces. Algo tendrá que ver el mejor consejo que alguien le dio: «Vive, vive, vive». Hoy nos descubre esa bohemia que también recrea en su escritura.

Sus museos favoritos.

San Pío V de Valencia, el Prado y el Orsay de París. Siento debilidad por «Los nenúfares» de Monet, en La Orangerie.

Su última exposición.

Un recorrido de cine en el Festival de Cine de l’Alfàs del Pi (Alicante).

¿Qué obras de arte tiene?

Cuadros de amigos y obras de mi madre y mías. Óleos y acuarelas.

¿Qué le gustaría tener?

Un tríptico de Mario Antón.

Su última película o teatro.

«La Señora» en el Pavón de Madrid y «Los chicos del coro», en el Olympia de Valencia.

Un musical.

«Cats», en mi primer viaje a Nueva York. Fui solo.

Para una cena romántica.

Cualquier bistró de París. Mesa en la terraza, para dos.

Platos favoritos.

Un buen tapeo, en general.

¿Y postre?

Mousse de limón.

Cocina extranjera.

Pato laqueado, sushi… Lo oriental me fascina.

Una noche de copas.

En los bares del Trastévere, en Roma.

Cócteles favoritos

Los que prepara el Boia Nit, en Cadaqués.

Para comida de trabajo.

El Café Comercial de Madrid.

Sus terrazas favoritas.

Las del carrefour de L’ Odeon, París: Le Hibou y Les editeurs.

Chiringuitos de verano.

El Cranc, en Altea.

Tartas, chocolate y pastelería.

La Mallorquina en Madrid y El Cebo en Utiel.

Un chocolate con churros.

En Santa Catalina, Majadahonda. Los mejores buñuelos.

Para tapas.

Para eso, Bilbao. Sin lugar a dudas.

Bodegas favoritas.

Cava de Requena y Vino de la D.O. Utiel Requena.

¿Le gusta cocinar?

En absoluto.

Sus floristerías favoritas.

Margarita se llama mi amor, en Madrid. Y una de ficción: L’etoile manquante.

Para decorar su casa.

El mercado de las pulgas,

de París.

Diseñadores de interiores.

Luis Galiusi y Tristan Domecq.

Aftershave/colonia/fragancia.

Me gustan los perfumes de Dyptique.

¿Cómo cuida su pelo?

El peluquero de Buñol, sin más.

¿Su rutina para estar en forma?

Leo mucho y voy regularmente al gimnasio.

¿Qué suena en su Spotify?

Mucha música francesa e italiana. Actual y clásicos.

Conciertos memorables.

De joven, Mecano. Otro de Raphael con mi madre. Memorable, uno de Beyoncé en Londres, por muchas circunstancias.

Un país favorito.

Los que me quedan por visitar: Japón, Argentina, Canadá…

Nunca falta en su maleta…

Lo justo y necesario.

Un viaje de ensueño.

Un velero en las islas del Peloponeso.

Uno pendiente.

¡Todos! Pero hoy me está apeteciendo Helsinki.

¿Su mayor desafío?

Llegar hasta aquí siendo hijo de un camionero y una modista.

¿Un momento memorable?

El premio Primavera de novela, entregado por Ana María Matute.

Un proyecto.

Tengo una novela, llámale artilugio literario, para otoño.

¿Su mayor fortaleza?

La inesperada paciencia.

Para desconectar…

Paseo con Leo.

¿Qué hace en su tiempo libre?

Leer. O no hacer nada. No pensar es maravilloso.

Si retrocediese, cambiaría…

Tendría que arreglar asuntos desde 1971. No me compensa.

Ha visto una y otra vez.

«Antes del amanecer».

Le habría gustado conocer…

A Kiki de Montparnasse.

¿Qué libro le ha generado mayor impacto?

«Platero y yo».

Nunca se cansaría de leer…

«El gran Gatsby».

¿Qué libros tiene en su mesilla?

«Como agua de río» y «Dos chicas de Shanghai».

Un fin de semana perfecto.

Siempre en París.

Una frase que le inspira…

«Hay que inventar la vida porque acaba siendo verdad», de Matute.

Un lujo.

El tiempo.

Un recuerdo especial de su infancia.

La feria de Utiel en septiembre. La llegada de la Virgen en romería desde el Remedio.

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