La crisis energética ha tenido un doble efecto. Ha supuesto, por un lado, un potente aldabonazo para la transición a las energías renovables, no solo más limpias sino también mucho más económicas que sus pares de origen fósil. Por otro, ha forzado a los gobiernos de medio mundo a redoblar las ayudas al gas, al gasóleo y a la gasolina para proteger a sus sufridos consumidores y evitar que la crisis inflacionista fuese a mayores. El resultado de esta segunda fuerza es que en 2023 las ayudas públicas a los combustibles sucios en todo el mundo fueron nueve veces mayores que las aplicadas a los coches eléctricos, la eficiencia energética y las bombas de calor: 574.000 millones de euros frente a menos de 65.000, según las cifras publicadas este jueves por la Agencia Internacional de la Energía (AIE).
La energía fósil recibe nueve veces más ayudas que el coche eléctrico, las bombas de calor y la eficiencia
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