La Meca gallega a la que “va de muerto quien no fue de vivo”

La Meca gallega a la que “va de muerto quien no fue de vivo”

El camino original a San Andrés está señalizado con el símbolo de un pez. Un recuerdo de la sardina que el santo comió durante el viaje primigenio. La ruta, casi siempre en calma, desemboca, en un primer momento en Narón (A Coruña), donde se descubre el monasterio de San Martiño de Xubia, en O Couto, joya del románico de la comarca.

Un punto de paso en un peregrinar de medio centenar de kilómetros que los romeros hacen, muchas veces a pie, acompañados del silencio de los paisajes escarpados y del ruido del viento que crece a cada paso. Porque en su destino, a 140 metros sobre el nivel del mar, se eleva casi sobre el vacío el Santuario de San Andrés, que deja a un lado la escarpada Sierra de A Capelada y al otro el caserío de Teixido.

San Andrés descansa sobre el mar, en el espacio improbable en el que las laderas, más suaves, permitieron levantar una iglesia que hoy sorprende al visitante con paredes de cal blanca vencida por la piedra, que configuran un templo gótico-barroco, de los siglos XVI y XVIII.

De la iglesia anterior sólo queda la puerta del muro norte y algunas pinturas murales de un santuario que es punto de peregrinación de gallegos y foráneos.

Según cuenta la leyenda, San Andrés llegó navegando hasta los acantilados próximos, donde volcó su embarcación, convertida desde entonces en un peñasco: ‘La barca de San Andrés’.

Allí, casi en el fin del mundo, solo y abandonado a su suerte, nadie le prestó ayuda, pero recibió de Dios una promesa: tendría un santuario y una romería hasta el fin del mundo; un lugar al que, vivos o muertos, acudirían todos los hombres.

Desde entonces, a San Andrés de Teixido, conocido también como San Andrés do Cabo do Mundo (San Andrés de la esquina del mundo), “vai de morto quen non foi de vivo” (va de muerto quien no fue de vivo). Y mejor, qué duda cabe, descubrirlo en vida, como hacen miles de personas cada año hasta el punto de convertir a San Andrés en la Meca de los Gallegos y en el segundo centro de peregrinaje de nuestra tierra.

El origen de las rías

Un lugar en el que se puede disfrutar, también, de los acantilados más altos de Europa, en la Serra da Capelada, que ofrece una espectacular panorámica hasta llegar al Cabo Ortegal.

Allí, a vista de pájaro, uno llega a creerse otras leyendas. Como aquella, la última, que indica que después de crear Dios el mundo apoyó su mano derecha sobre Galicia, hundiéndose sus dedos en una tierra todavía húmeda que observó así el nacimiento de las rías.

Pero esa es otra historia. Otra leyenda como la de San Andrés de Teixido, un lugar al que uno debería peregrinar. Y no por la amenaza de tener que hacerlo una vez muerto, sino por la belleza de un paraje que ofrece una serenidad próxima a otra vida.

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