La mentira, herramienta para someter a un pueblo

La mentira, herramienta para someter a un pueblo

Hanna Arendt es una reconocida historiadora, filósofa, escritora y politóloga fallecida en Nueva York en 1975 y que, como alemana y judía, padeció el antisemitismo en campos de concentración, incluso en Francia, a donde se había trasladado huyendo de la persecución del nazismo del que fue contemporánea, para acabar residiendo en EE UU. Una de sus obras tiene ecos que se oyen y escuchan amplificados actualmente en España por razones no difíciles de entender con tan solo conocer su título: «La mentira en política». Se trata de un breve pero profundo ensayo sobre las características que envuelve la utilización de la mentira como una herramienta al alcance de los gobiernos para desentenderse de rendir cuentas -de la realidad y los hechos- a la ciudadanía, transformándolos en mera propaganda y manipulación. Escribe Arendt que «mentir constantemente no tiene como objetivo hacer que la gente crea una mentira, sino garantizar que ya nadie crea en nada» y que «un pueblo que ya no puede distinguir entre la verdad y la mentira no puede distinguir entre el bien y el mal». Que «un pueblo así, privado del poder de pensar y juzgar, está, sin saberlo ni quererlo, completamente sometido al imperio de la mentira. Con gente así, puedes hacer lo que quieras». Esto escribió Hanna Arendt, que creyó encontrar en la divulgación periodística de los «Papeles del Pentágono» durante la presidencia de Richard Nixon, y que provocaron su renuncia a la Casa Blanca, un punto de inflexión para la esperanza en la regeneración de la política por aquellos años basada en meras campañas de imagen de los líderes. Obviamente distingue claramente el mentir como excepción ocasional -fruto de la necesidad o la conveniencia y de la fragilidad humana- respecto de la utilización de la mentira como instrumento al servicio de conseguir el sometimiento de la población con la que poder hacer lo que se desea. Es propio de políticos con vocación de autócratas sin límites éticos ni morales a su actuación para conseguir y mantenerse en el poder. No tuvo sin duda Hanna Arendt la oportunidad de conocer a un dirigente político muy cercano a nuestra realidad actual, pero leyendo su obra podría pensarse que lo hubiese tenido como referencia singular en la que inspirarse para escribir su obra. Es muy conveniente meditar sus palabras, que son fruto de una vida transcurrida en tiempos en los que se produjeron acontecimientos decisivos para la humanidad, en la que florecieron revoluciones, tiranos, déspotas y dos guerras mundiales. Y en los que la mentira fue gran protagonista de ello y de anticipo de la actual era de la «posverdad».

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