La muerte del presidente iraní trastoca la carrera para suceder al ayatolá Jameneí

La muerte del presidente iraní trastoca la carrera para suceder al ayatolá Jameneí

La muerte del presidente iraní, Ebrahim Raisí, en un accidente de helicóptero el 19 de mayo no solo dejó a la República Islámica de Irán sin el jefe de su Ejecutivo. El nombre de Raisí sonaba como posible sucesor del líder supremo del país, el ayatolá Ali Jameneí, y también para presidir la Asamblea de Expertos, el organismo en el que se sientan 88 hombres que deberá elegir al clérigo que ocupará el puesto de Jameneí cuando este fallezca. Esa sucesión se acerca de forma inexorable; el líder supremo iraní cumplió 85 años en abril, pero hasta la abrupta desaparición de Raisí, la senda para tratar de asegurar la continuidad del régimen islámico parecía trazada. El malogrado presidente reunía las credenciales de ultraconservador leal a Jameneí y contaba además con la luz verde de la Guardia Revolucionaria. Era un candidato que suscitaba consenso en el estamento clerical y en ese poderoso ejército paralelo. Su designación como sucesor no era segura, pero esa posibilidad se esfumó del todo con su inesperado fallecimiento.

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