La pesadilla de Laura García Caro, que pierde el bronce del Europeo de atletismo en los últimos metros cuando ya lo celebraba

La pesadilla de Laura García Caro, que pierde el bronce del Europeo de atletismo en los últimos metros cuando ya lo celebraba

Laura García Caro busca en su memoria y no encuentra. No, nunca ha tenido un mal sueño parecido, ninguna pesadilla le había perturbado tanto como la que vivió a tres metros de la última línea de los 20 kilómetros marcha, calor intenso, pista azul brillante, bandera de España al cuello ya preparada para ondearla, y una medalla de bronce, sudada y peleada durante casi 90 minutos, que ya pensaba que era suya. El final de la prueba de marcha regresaba al estadio después de un decenio ausente, y los marchadores, con tantas razones para sentirse marginados, lo celebraron felices, la travesía del túnel de la puerta de maratón, el clamor del estadio ante su llegada, la emoción, la adrenalina, y en esas estaba la atleta de Lepe. No había decaído el clamor que se había elevado cuando llegaron las dos primeras unos metros por delante de ella, dos italianas reinas en Roma, la campeona olímpica Nelly Palmisano y la veteranísima, 38 años, Valentina Trapletti, pero los murmullos, las voces, los gritos, ayes, y demás, cambiaron de tono. Eran las voces de alarma que los niños lanzan delante de las marionetas en el parque, cuando al príncipe valiente le va a atacar el malo con la porra por detrás, a traición, ¡cuidado! ¡cuidado! ¡a tu espalda! Era la última recta. Detrás de Laura García-Caro aceleraba, como el gato de siete botas, a toda velocidad, la ucraniana Lyudmila Olyanovska, y se acercaba, se acercaba. Y todos gritaban. Y la española, agotada —dos últimos kilómetros recorridos en ocho minutos y 40s, todo lo rápido que podía—, no se enteraba. Solo se enteró demasiado tarde, cuando levantó el puño feliz, sintiéndose ya dueña de la medalla que significaba el final de dos años de sufrimiento, de un covid persistente que la dejó fuera de forma, cansada siempre, perdida, después de ser sexta en el Mundial de Oregón. Quedaban tres metros. Tuvo el tiempo justo para ver a la ucraniana –31 años, ya bronce europeo en Atenas 2014 y una suspensión de cuatro años por dopaje entre 2015 y 2019—por el rabillo del ojo, una exhalación que la congeló.

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