La respuesta a los tumores no siempre está en los genes

La respuesta a los tumores no siempre está en los genes

Al cáncer lo empezamos a conocer, empezamos a verle la cara y adivinar qué quiere hacer con nosotros. La ciencia entiende mejor que nunca por qué se originan algunos de ellos, cómo evolucionan y, lo más importante, qué podemos hacer para detenerlos.

Pero todavía sigue siendo una enfermedad esquiva, sigue albergando demasiados misterios como para que podamos permitirnos el lujo de pensar que lo hemos cercado.

La noticia de una investigación novedosa publicada en la revista «Nature» ha venido a recordarnos que aún existen demasiados caminos inexplorados en la lucha contra la enfermedad. Un grupo internacional de investigadores, liderados desde las oficinas de Centro Nacional de Investigación Científica en Francia, ha descubierto que el cáncer puede ser producido en ocasiones por simples alteraciones epigenéticas y que, al contrario de lo que hasta ahora se pensaba, su origen no reside solo en alteraciones básicas del ADN. Explicaremos lo que esto quiere decir.

Generalmente, se ha asociado el nacimiento y la proliferación de un tumor con la acumulación de mutaciones somáticas, es decir, alteraciones en la estructura del ADN. Suele utilizarse el símil de que un cáncer es en realidad un error de transcripción de la información que portan nuestros genes. Cada vez que cada una de nuestras células se dividen –y lo hacen miles de veces a lo largo de nuestra vida–, copian la totalidad del ADN que portan. Y en cada copia pueden producirse sutiles errores o mutaciones. Del mismo modo que el ADN puede verse dañado en este proceso por agentes externos como una radiación ionizante o el abuso de una sustancia tóxica como el tabaco.

Buena parte de estas variaciones o mutaciones no producen ningún efecto observable en el desarrollo de nuestro organismo. Pero un determinado número de mutaciones está relacionado con el riesgo de desarrollar un cáncer. El descubrimiento del origen genético del cáncer y de oncogenes que son susceptibles de provocar la enfermedad fue uno de los avances más importantes en la reciente historia de la lucha contra los tumores.

El estudio ahora publicado sugiere que los mecanismos genéticos pueden no ser los únicos responsables de la transformación de una célula sana en una maligna. De hecho, se ha descubierto que hay procesos no genéticos que pueden conducir a las mismas alteraciones celulares que están detrás del desarrollo del mal.

A estos procesos se los conoce como factores epigenéticos. A la hora de transcribir el ADN celular el fenómeno más conocido es la propia copia espontánea que las células realizan de la información genética. Pero desde hace tiempo se conoce que hay muchas otras condiciones que afectan al resultado final. No se trata de saber qué se copia sino también cómo se copia. Siguiendo con el símil de la reproducción de un texto, imaginemos que tenemos que copiar a mano un párrafo una y otra vez. Es posible que las copias no sean todas iguales y que existan factores que provoquen un mayor riesgo de cometer errores: el cansancio de la mano, el desgaste del lapicero, imperfecciones en el papel, falta de luz… Esos factores añadidos a la transcripción en biología se conocen como epigenética. Y son los responsables de que dos ADN iguales no se comporten de manera idéntica.

El equipo de investigación ha analizado el comportamiento de las células de moscas Droshopila a los que se había provocado desregulación epigenética. Se trata de utilizar una serie de proteínas que modifican la capacida de un gen de activarse o de silenciarse. De algún modo, se ha producido un ambiente distorsionador en la actividad genética de las moscas incluso en las que eran portadoras de genes idénticos.

La acción demostró que este tipo de alteraciones de interferencia tienen por sí solas la capacidad de modificar el destino oncológico de una célula, es decir, de determinar si esa célula va a terminar siendo cancerosa o no. De hecho, al utilizar esta estrategia con un gen animal similar al gen humano ZEB1, un conocido oncogén responsable de cáncer en nuestra especie, se ha demostrado que modificaciones epigenéticas son capaces de provocar tumores incluso en ausencia de otros factores reconocidos como activadores de la enfermedad.

La investigación es de gran importancia porque nunca antes había sido posible establecer una conexión tan directa entre esas condiciones externas a la mera genética y el desarrollo oncológico. Se abre una puerta a estudiar orígenes de la enfermedad hasta ahora silentes que puede conducir, pues, a nuevos modos de combatirla.