Las manzanas del Eixample de Barcelona pueden llegar a tener tanto encanto por fuera como por dentro. A veces incluso más, porque, con lo concurridas que están sus calles, la calma de algunos de sus interiores supone un valioso respiro. Estos pisos se proyectaron en torno a amplios patios de manzana, con distribuciones pensadas para que la luz y la ventilación natural hicieran su magia en la salud de sus inquilinos. Muchas de estas áreas interiores cuentan con zonas ajardinadas y están pobladas de galerías; un paisaje a veces señorial y, otras, desigual o decadente, en función de lo conservadas que estén las fincas.
La vida plena de un piso compartido
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