Laboriosos y esforzados, Lyles y Jacobs siembran dudas en las series de 100m de los Juegos Olímpicos

Laboriosos y esforzados, Lyles y Jacobs siembran dudas en las series de 100m de los Juegos Olímpicos

Cuando piden a los atletas de los 100m que se coloquen en los tacos, Kishane Thompson da dos pasos atrás, abre los brazos, bombea su pecho, bien llenos los pulmones de aires, y suelta un grito que quiere ser desgarrador y liberador, un tarzán sin música. La adrenalina le desborda. Inquieto, no para de moverse. Lo hace dos veces la primera mañana porque hay salida nula en su serie, y tras la segunda se le acerca un comisario para decirle que tenga cuidado. En su serie, Noah Lyles, la estampa manga de la velocidad, responde adelantándose a la línea y saltando una de sus pliometrías hasta las nubes que tan bien capturan los fotógrafos. Está también inquieto. No para quieto. No hay velocista sin una infancia de diagnóstico de hiperactividad. O quizás, sí, quizás el campeón olímpico en Tokio, Marcell Jacobs, sea la excepción. O eso lo parece, porque cuando llega el momento, tranquilito se lleva las manos a los ojos y se concentra en un ejercicio de visualización, la vista en la calle de 100 metros, paralelas infinitas flanqueándola.

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